«Aquí tengo todo, el lago, la montaña y veo el mar». Esta frase está grabada en una placa situada en la plaza de La Libertad, la que da acceso al Palacio de Castel Gandolfo. Dicen que la pronunció Joseph Ratzinger tras tomar posesión y el alcalde del pueblo la mandó inmortalizar en plata. Ahora, será durante algunos meses la casa del papa emérito, hasta que vuelva al Vaticano para clausurarse en un convento.
Muy cerca de Roma, a 20 kilómetros, se levanta el castillo de Castel Gandolfo. Bañado por el lago Albano es un lugar donde se respira tranquilidad y belleza. El Palacio y los jardines ocupan 55 hectáreas, más que el territorio del Vaticano. Tres villas forman el complejo en el que trabajan más de 50 personas, muchas de las cuales viven en el recinto con sus familias. No cuenta con grandes obras de arte pero en su interior guarda algunas bellas obras de Bernini, varios tapices y sillería china pintada a mano. Pero sin duda el mayor atractivo de Castel Gandolfo es su exhuberante naturaleza entre la que destaca el lago de origen volcánico, el Albano. En sus aguas azules se permite el baño, alquilan tumbonas y patines y se puede tomar un rico café.
El Palacio lo mandó construir el Papa Urbano VIII en 1626 como lo que es en la actualidad, una residencia de campo para pasar el verano. Desde entonces, la iglesia católica ha tenido 31 papas de los que solo 15 pisaron el cielo y se alojaron en él. En este punto se cuenta la anécdota de que Inocencio XII cuyo papado duró hasta 1700 llegó al palacio una tarde de un día lluvioso y con una densa niebla y le pareció tan feo que se marchó y nunca más volvió. Enfrente, sin embargo está Benedicto XVI que a lo largo de sus 8 años al frente de la iglesia ha pasado largas temporadas allí. De hecho, se sabe que en aquellos paisajes ha buscado inspiración y concentración para escribir su trilogía sobre «Jesús de Nazareth».
El apartamento de Ratzinger ocupará 2 plantas que incluye el dormitorio, las habitaciones de los secretarios y las de las cuatro laicas que lo cuidarán. También hay una capilla privada.
Resulta curioso que el Palacio también incluye una explotación ganadera y una granja de la que todos los días se obtienen 600 litros de leche y algunos huevos. Los productos se venden en el supermercado del Vaticano y en algunas lecherías locales.
Las referencias históricas al lugar son constantes, entre enero y junio de 19944, durante la Segunda Guerra Mundial, unas 10.000 personas se refugiaron en el Palacio donde, al parecer, no les faltó comida. Allí nacieron 50 niños a quienes se les puso de nombre Eugenio o Pío, en honor al entonces pontífice Pio XII, de nombre Eugenio Pacelli.
Uno de los lugares más importantes del complejo palaciego es el Observatorio Vaticano que cuenta con un telescopio en la azotea.
El pueblo y las vistas que hay sobre el lago Albano merecen una tranquila visita. Sus 8.200 habitantes viven a 380 metros sobre el nivel del mar. El Antico Ristorante Pagnanelli es una buena opción para comer y en Il Grottino hacen unas pizzas con fundamento. Pero si hay un lugar con encanto en la zona es la Trattoria la Sirena del Lago que permite comer en la cima del acantilado. La caza y la trucha son excelentes, y las fresas silvestres en temporada quitan el sentido.
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