Por qué soy un viajadicto

globo terraqueo, fotografía

Todos viajamos para aprender, ser más tolerantes, ampliar nuestra visión del mundo, bla bla bla. Sí, lo que vosotros queráis. Pero la realidad, como en casi todo, es que son los pequeños detalles los que nos hacen realmente felices cuando viajamos. Siempre hay algún momento mágico en que se pulsa el resorte que nos hace sentir vivos y dichosos. No importan los monumentos, las plazas, los platos típicos, el clima…todo eso no transmite nada, no nos entra por la médula, sino que lo hace por el cerebro, un músculo demasiado racional. Ni siquiera los momentos que nos provocan tristeza o melancolía y afectan a nuestro corazón provocan adicción al viaje. Lo que incita esa pulsión,  lo que nos pone el cuerpo recto, lo que nos golpea el estómago suele ser algo casi imperceptible. Está tan oculto que hay parar un momento y pensar en ello, mirarnos dentro y llegar a la raíz más primaria de nuestro verdadero interés por marcharnos lejos. Esos momentos son como el Santo Grial, tan oculto y a la vez tan motivador y adictivo que nunca sabremos cómo nos provoca y empuja a hacer camino. Aquí están los momentos que me hacen adicto a los viajes, la nicotina de la aventura.

-Echar el cerrojo:  Ese momento en el que se traspasa el umbral de casa es como iniciar una nueva vida.  Los segundos que dura el movimiento de la puerta hacia su encaje y el giro de la llave es una mezcla de un no retorno con el comienzo de la aventura, sin despreciar la angustia que produce la sensación de haber olvidado algo. El hormigueo en el estómago convierte la emoción en un estado físico mientras rueda la maleta camino del ascensor. No hay marcha atrás, el viaje ha comenzado.

Inventar vidas en los aeropuertos: Me encanta llegar a los aeropuertos con tiempo. Soy bastante metódico y hasta que no he facturado y he pasado el control de seguridad no estoy tranquilo. Pero, eso sí, una vez al otro lado todo se vuelve fantástico. Yo creo que es el olor (¿os habéis fijado  lo bien que huele la T4?) lo que provoca la ensoñación y la adicción a los viajes, pasa como en el Burguer King. Me repaso todos los kioskos que encuentro a mi paso, me da igual que tengan las mismas revistas e idénticos best sellers. Y una vez localizada la puerta de embarque, imagino la vida de los que se sientan a mi alrededor y cogerán mi vuelo. ¿Nunca lo habéis probado? Es un ejercicio fantástico: ¿irá de regreso a casa? ¿irá por negocios? ¿estará engañando a su mujer con una amante en el destino? No sé porque siempre se me ocurren historias agradables y casi nunca desgraciadas, a pesar de que las caras de los personajes piden a gritos momentos tristes. Será por la intensa iluminación. El caso es que los aeropuertos son lugares fantásticos para novelar sobre gente que va y viene y sobre el destino de esos viajes. No hay lugar mejor para dejar «volar» la imaginación.

El efecto primera vez: Sea donde sea, esté donde esté, tenga las estrellas que tenga, abrir la puerta de una habitación de hotel la primera vez, es lo más parecido que conozco a abrir un regalo el día de Navidad. Lo mires como lo mires es una sorpresa. Confieso que lo que más me gusta es encontrarlo todo ordenado, con las sábanas bien lisas y dobladas y ponerme a rebuscar en los canales de televisión buscando alguna excentricidad. Revisar el baño en busca de productos de higiene también tiene su encanto . Siempre inmortalizo el momento, aunque no muestre esas fotos en este ni en otros blogs, pero las hago. En realidad, no las vuelvo a ver nunca pero lo que me provoca la escena es tan impactante que tengo que fotografiarlo.

-Un país, una moneda: Viajar por los países que tienen la misma moneda que España es un rollo.  Por cierto, ¿conocéis una moneda más aburrida que el euro?.  Hay pocas cosas más emocionantes durante un viaje que cambiar dinero en destino y contar billetes que ni siquiera sabías que existían. Es vibrante descubrir cada billete e intentar descifrar no sólo el personaje que le pone cara sino también su cuantía. Los billetes de otros países no se miran, se admiran, y se gastan con pena de desprenderse de un souvenir. Pues eso, cuesten lo que cuesten para mí estos billetes siempre valen el doble.

-Primera canción, primeros pasos: Cada país tiene su música que puede ser originario de él o no. Desde que recorrí las calles de Nueva York escuchando el Rumbo a Manhattan de Los Nikis la ciudad de los rascacielos siempre me sonará gamberra y pija al mismo tiempo (porque juntos los dos vamos a morir). En India, Morrissey se pavoneó por mis auriculares disolviendo First Gang to Die con los paisajes y olores que se grabaron en mi mente (you have never been in love?).  La que más marca es la primera canción, siempre. La primera escucha en el primer rincón queda grabada para siempre. Con esto quiero decir que las canciones como las experiencias son fundamentales para poner una banda sonora duradera a un destino. Como el amor de verano, esa canción siempre nos recordará ese lugar y ese momento. Una canción es lo único que puede levantar el ánimo cuando todo está perdido.

-Fiesta local: Yo creo que esta es la mejor sensación de todas. Aunque sea de trabajo siempre estoy en modo placer, disfrutando, por lo que ver las caras de los que te rodean llenas de preocupaciones y tareas pendientes es un gustazo. Es un privilegio poder disfrutar de un viaje mientras los que te rodean muestran su cara de resignación, la misma que tendría yo si estuviera en mi ciudad con mi día a día. Esos pocos días que estás de visita en un sitio hay que exprimirlos a tope y es como estar de fiesta mientras los demás están sumidos en sus tareas cotidianas.

-Disfrutar de un buen libro: Como con la música, las historias son parte fundamental del viaje. Normalmente empiezo una novela siempre que inicio un viaje. Son las únicas maneras que conozco de pasar página y poner tierra de por medio. Además, es buen recurso para cuando me pongo a escribir sobre el destino. Si la novela está centrada en el lugar en el que estoy mejor que mejor, pero sí no tampoco pasa nada. Me las arreglo tratando de imaginar cómo sería esa misma historia localizada en el destino donde me encuentro, lo que da lugar a más de una idea para algún artículo.

Ahora, querido adicto viajero ¿qué es lo te provoca la adicción a recorrer mundo? Explícanoslo.

9 COMENTARIOS

  1. Qué identificados nos hemos sentido con este artículo 🙂 También somos de los que hacemos fotos a muchas cosas que nos producen tal alteración de sentimientos, que en ese momento necesitamos hacer una foto para dejarlo plasmado para siempre, aunque después no volvamos a mirarlas.
    Y los aeropuertos…mira que hay gente que no los soporta y a nosotros nos encantan!!
    No podemos negarlo, tenemos una adicción incurable…VIAJAR!!!

  2. Qué preciosidad. Acabo de llegar de Argentina, he recorrido casas y hoteles y lugares inolvidables, en Chile y en Brasil también. Y sí: lo que me provoca sensaciones no tiene que ver nunca con el cerebro. Al final siempre acabo sonriendo ante algo inesperado. Me ha encantado el post, cariño.

  3. Fantástico artículo como nos tienes acostumbrados. Para mí lo que más me gusta de viajar es esa sensación que llevas dentro la mayor parte del tiempo que te hace sentir pleno y que consigue que disfrutes hasta de las más pequeñas cosas que encuentras en el camino. Otra cosa más terrenal que me encanta de viajar y que siempre hago cuando llego a destino es tomarme una cerveza local bien fría. El sabor que tenga esa cerveza te da la primera impresión del país.

    Un abrazo.

  4. Muy buenos los motivos que das, nos valen todos y añadimos uno más: vivir la aventura, no saber dónde vas a dormir cada noche ni cómo vas a llegar allí.
    Es el sentirse vivo en su máxima expresión, sin horarios, sin planes (bueno, esto cada uno viaja a su manera, claro), sin obligaciones. Puede que la puerta que más ilusión nos haga cerrar al salir de viaje no sea la de casa, sino la del trabajo y su rutina diaria 😉

  5. Que gran artículo! Me ha encantado y me has hecho dibujar una sonrisa mientras lo leía! Coincido contigo en varias cosas, pero en lo que más identificada me he sentido de lo que comentas, es en las tres primeras razones.Siento exactamente lo mismo que tú has descrito.¿ Para qué carai haremos fotos entrando a la habitación por primera vez, si luego no volvemos a mirarlas nunca? jajaja Y por cierto, desde niña también juego a inventar vidas y es algo que disfruto mucho de los aeropuertos (de hecho me encantan los aeropuertos)

    Un abrazo

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