Soy de los que piensan que para viajar no es necesiario moverse. De hecho, el principio de todo viaje es la imaginación. De nada vale llegar hasta el río Yukón, la gran Amazonia o un pueblo de Teruel, si no dejas que tu mente vuele y se empape no sólo de lo que los ojos ven sino también de lo que el resto de sentidos perciben y nos transmiten, convirtiéndolo en emociones. Y para ayudar a ésto, siempre está la ficción. Esas aventuras que nos envuelven de tal manera que son capaces de transportarnos automáticamente a cualquier otro lugar de este y otros mundos, reales e imaginados. Salgari, Verne, Hergé, Doyle o King forman parte de un imaginario que ha entretejido mi niñez y mi adolescencia. Ellos y sólo ellos han conseguido que, después de leer lo que había imaginado, me decidiera a comprar un billete de tren o de avión. Después, también ejercieron su influjo como fuente de inspiración viajera la música (los punks en Londres, el grunge en Seatle o Rory Gallagher en Irlanda), el cine (Nueva York bajo el prisma de Woody Allen o de Coppola) y las series de televisión.
Lugares imaginarios y fantásticos
Son mis referencias culturales las que me impulsan a salir de mi confortable vida para enfrentarme a realidades que sólo están en mi mente. Funcionan como un resorte, que una vez ejercitado es imparable y recurrente. Aún, a día de hoy, sigue siendo así. Tanto que en estos días de reclusión no he parado de transitar ciudades, países e islas sin levantar el culo del sofá. Se trata de lugares imaginarios y fantásticos, no figuran en ningún mapa, pero son tan reales como las pirámides de Egipto o el Museo Vaticano. En ellos ocurren historias maravillosas, llenas de ingenio y que te mantienen absorto ante la pantalla o la página. Son tiempos de escapismo, de huida mental y física a lugares donde fuimos felices. Para viajar a ellos no se necesita billete, mochila o visado. Viajar a estos lugares imaginarios y fantásticos sólo exige un requisito: mirar con ojos de niño y nunca, nunca, revelar a nadie como se ha llegado allí.
Springfield de Los Simpsons
No podía ser otro lugar el que liderara esta lista. Podría jurar que he estado más veces en Springfield que en mi pueblo. De hecho cuando abandoné Olivenza a los 8 años, yo seguía visitando el pueblo de Los Simpsons a través de sus capítulos. También conozco la reproducción a tamaño real que hicieron en los Universal Studios de Los Angeles, pero no es lo mismo. La ciudad alberga el Badulaque, la taberna de Moe, la Central Nuclear, esas calles con casitas aparentemente afables y por las que transita el autobús de Oto, el Instituto (oh, maravilloso Skinner), la comisaría de Policía con los más enternecedores agentes, la tienda de Comics «La Mazmorra del Androide» de Jeff Alberston y muchos más lugares que, también hay que decirlo, cambian al antonjo de Matt Groening y su equipo. Pero eso es lo bueno.
Gotham de Batman
La mejor manera de viajar a Gotham es envuelto entre las sábanas y con una linterna apuntando a cualquier página de un cómic de Batman. Sólo así podremos capturar la esencia de este pozo lleno de criminales, corrupción, polución y todo tipo de alimañas sin escrúpulos. De hecho, algunos consideran que Gotham es la ciudad más peligrosa del mundo. Pero sus tejados siempre están vigilados por Batman, que menuda papeleta le ha tocado al pobre, ya podría haber caído en otra ciudad menos peligrosa como Metrópolis o Asgard. Muchos dibujantes y cineastas han intentado plasmar Gotham lo más real posible, algo que simplemente es irrealizable. Su grado de oscuridad, saturación y vileza sólo es reproducible en cada uno de nuestros sueños, aquellos que nos aparecen cuando apagamos la linterna.
Callejón Diagón de Harry Potter
Aunque había visto las películas de Harry Potter cuando se estrenaron, no ha sido hasta hace bien poco cuando me he sumergido en los libros. Los mundos de J.K.Rowling están llenos de fantasía, magia e imaginación, y no podían faltar en una recopilación de lugares imaginarios y fantásticos que se precie. De entre todos los sitios en los que se desenvuelve Potter, que son muchos, me quedo con el Callejón Diagón. Situado geográficamente en Londres, detrás del pub «El Caldero Chorreante», el callejón está lleno de restaurantes, tiendas y, sobre todo, los comercios donde encontar la lista del material necesario para ingresar en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. En él también se encuentra el banco de los magos: Gringotts cuyo edificio, dicen, fue el primero que se contruyó en el callejón. No te canses de buscarlo, está oculto a los muggles. A no ser, claro, que seas un mago.
Hyrule de Zelda
Hubo un tiempo en que fui un inmigrante sin documentación en Hyrule (se pronuncia ‘jairul’ pero a mi solo me sale ‘hyrule’) Llegué de la mano de Link cuando tan sólo tenía 15 años y mi fascinación fue tal que, aunque he viajado a muchas otras partes, siempre he regresado a Hyrule y puedo decir que hasta he obtenido su nacionalidad. También conocido como Tierra de Dioses, Hyrule es el reino que sirve como escenario para la mayoría de los juegos de la serie Zelda para Nintendo. Es una tierra hermosa y próspera con bosques profundos, altas montañas, grandes lagos, un desierto estéril, grandes ciudades y pueblos y muchos templos antiguos escondidos por todas partes. Es obligado ir al volcán Death Mountain, a la aldea Kakariko y, por supuesto, al Castillo de Ganon, para terminar nuestro recorrido. A nuestro paso nos saldrán bokoblins, robots antiguos, hadas, dekus y muchas más criaturas maravillosas. Aunque la geografía de la tierra cambia en cada juego (hay 45 hasta la fecha), a veces drásticamenta, es perfectamente identificable, sobre todo para los que hemos pasado allí parte de nuestra adolescencia y nuestra madurez.
Silent Hill
En mi lista de lugares imaginarios y fantásticos hay muchos escenarios de videojuegos. Su creatividad, detallismo y personalidad te envuelven de tal manera que es difícil, en algunos casos, arrancarte de ellos y voler a la cruda realidad. No es el caso de Silent Hill, hacedme caso. ¿Conocéis ese impulso que te obliga a hacer algo sabiendo que no quieres hacerlo, que lo vas a pasar mal y que, en lugar de disfrutar, te estarás preguntado todo el rato por qué apretaste el botón? Pues eso es lo que me pasa con Silent Hill. Junto con Resident Evil, es uno de los juegos con los que he sentido verdadero pavor, pocos libros o películas me han dado los sustos y me han provocado los estremecimientos que me ha hecho sentir Silent Hill. La trama nos lleva a una ciudad misteriosa y nebulosa en la que no paran de suceder «cosas». Ubicado en Maine (cómo no, al igual que la mayoría de territorios de Stephen King), Silent Hill es un lugar maldito en el que sus habitantes fueron expulsados, se llevaron a cabo brutales ejecuciones y, una misteriosa plaga prevaleció. El pueblo está muy cerca del lago Toluca, de ahí su espesa y permanente niebla. Ten mucho cuidado por donde pisas, hay momentos en que aparecen «cosas» que no deberían existir.
221B, Baker Street de Sherlock Holmes
La primera vez que me senté en el Sitting Room del 221B, Baker Street, durante horas sin hacer nada, mirando fijamente el crepitar de las llamas mientras se consumía una pipa en mis labios, fue en La vida privada de Sherlock Holmes, de Billy Wilder. Tenía 16 años y estar en aquella habitación a través de los libros de Sherlock Holmes, escritos por Arthur Conan Doyle, me permitía fumar, hablar de crímenes, estar horas sin abrir la boca o tocar el violín de manera chirriante. Por no hablar de aquellas conversaciones sobre mujeres o cierta sustancia tóxica. Recuerdo con nitidez la primera vez que nos visitó el doctor Watson: «Las habitaciones del 221B, Baker Street, constaban de un par de cómodas habitaciones-cama y un solo gran salón-comedor, alegremente amueblado, e iluminado por dos amplias ventanas.» Y así sigue, aunque la mayoría de los incrédulos dicen que nunca existió. Cuántas aventuras hemos vivido aquí, cuántos misterios sin resolver que encontraron solución, cuánta paciencia la de la Sra. Hudson.
Macondo de Gabriel García Márquez
Macondo es el lugar en el cual Gabriel García Márquez edifica su universo literario. Un lugar somnoliento y exótico donde gobierna la superstición y la magia aún es posible. El lugar donde transcurre la exitosa novela «Cien años de Soledad», Macondo es encantador porque todavía no es moderno, al menos no según una definición estandar de modernidad. En Macondo lo normal es trazar profecías con colas de cerdo, mientras que lo raro e inexplicable para sus ciudadanos es que se presenten en el pueblo las fuerzas del capitalismo. Nadie en Macondo se extraña cuando Remedios levita, sin embargo, una mujer se vuelve loca cuando llega al pueblo el primer tren. Macondo es una creación literaria nacida de la larga historia de imperialismo y explotación de América Latina por parte de élites tanto nacionales como extranjeras. Y García Márquez no sólo ejemplica de manera perfecta la teoría de la dependencia, que sostiene que la prosperidad del Primer Mundo depende del empobrecimiento del Tercero, sino que la convierte en una forma de arte.
Emerald City del Mago de Oz
«Cuando llegó la mañana, los viajeros caminaban por Yellow Brick Road cuando vieron ante ellos un hermoso resplandor verde brillante en el cielo.» ¡Esa debe ser Emerald City! » le dijo Dorothy a sus compañeros. A medida que iban avanzando, el resplandor verde se hizo más y más brillante, y parecía que por fin estaban llegando al término de su largo viaje. Sin embargo, con la luz rojiza de la tarde, el camino se detenía en un gran muro de mármol que rodeaba toda la ciudad. Era muy alto y muy ancho. Su color era verde brillante y tenía incrustadas innumerables esmeraldas brillantes «. Así describe Franz Baum la llegada de Dorothy y sus compañeros a Emerald City en «El Mago de Oz» editado hace más de 120 años. Sería imposible describir en un párrafo una ciudad de la grandez y profundidad de Emerald. Sólo os diré que allí vive OZ, el mago más grande, maravilloso y misterioso del mundo, el único capaz de devolver a Dorothy y su perrro Toto a su casa en Arkansas.
La isla de Lost
¡Cómo puede ser que un pedazo de tierra en mitad del mar nos mantuviera tan enganchados a la televisión! Mientras seguía la serie Lost hubo momentos en los que pensaba que cualquier cosa era posible en aquella isla perdida en el Pacífico. Uno pensaba que la historia versaba sobre las maneras de sobrevivir de un puñado de personas tras un accidente de avión, una tarea, sin duda, titánica. Pero resulta que el menor de sus problemas era cómo salir de la isla. Su verdadera afrenta era convivir en ella y con ella. Repleta de misterios, la isla de Lost tiene entidad e influencia propias. Curó a John Locke de su parálisis y a Rose Nadler de su cáncer; abortó el escape de una fuerza peligrosa; alberga una luz brillante, la fuente de «vida, muerte y (renacimiento)» que debe protegerse; además de hacer desaparecer sin ninguna explicación a personas, animales e, incluso, localizaciones. Y para colmo, la isla también puede modificar el tiempo y el espacio. Vamos, que nos mantiene entretenidos.
Castle Rock de Stephen King
No, Castle Rock no existe. Ya quisieramos nosotros que el lugar donde Stephen King sitúa muchas de sus truculentas historias tuviera presencia física, aunque bien pensado estaría hecho una piltrafa. Me explico, en Castle Rock vive un perro asesino (Cujo); hay una tienda en la que encontrarás lo que más desees, pero a cambio el dueño te pedíra un favor empeñará tu alma para siempre (La Tienda); hay cadáveres que encuentran grupos de amigos a los que cambia para siempre (Cuenta Conmigo) y, si vas de pesca, puede que te encuentres a un hombre con un traje negro con ojos ardientes, garras por dedos y dientes de tiburón cuando sonríe (El Hombre del Traje Negro). Pocos lugares imaginarios y fantásticos tienen el ajetro terrorífico de Castle Rock. Eso sólo por destacar algunas de las «cosas» que suceden allí. A eso hay que añadir que Castle Rock está justo en la frontera con Chester Mills donde de manera repentina se estableció una cúpula que mantuvo incomunicados a sus habitantes desatando todo tipo de historias.
Hill Valley de Regreso al Futuro
Soñaba despierto que vivía en Hill Valley. Cada vez que había una tormenta imaginaba que caería un rayo sobre el reloj de la torre, que mis padres me dejarían ir de acampada con aquella chica compañera de instituto, que los bares se convertirían en Dinners, que tendría unas Nike como las de Marty McFly, que el mercado de abastos de mi pueblo se convertiría en un Centro Comercial y, sobre todo, que tendría un colega como Doc y una casa para explorar como la suya. Durante toda mi vida he pasado horas y horas recorriendo sus calles en monopatín, metiendome en líos con Beef Tunnen o saltándome las clases del instituto. Aunque dicen que al lugar donde has sido feliz no deberías tratar de volver yo, espíritu de contradicción, retorno cada poco tiempo. Lo mejor del pueblo de Regreso al Futuro es que podemos conocer en vivo y en directo su pasado y su futuro en poco más de 6 horas.
Fondo de Bikini de Bob Esponja
Cuando Daniel era pequeño deseaba que llegaran las ocho y media de la tarde para darle la cena y ver Bob Esponja. Eso que dicen de que la tele perjudica a los niños son tonterías. Esos viajes a Fondo de Biquini, le han enseñado más a mi hijo que cinco años en el colegio. Aquellas tardes nos partíamos de risa con las irreverencias de Bob, su sacarmo, sus malos pensamientos y su escaqueo constante. Sin duda, buenos ejemplos para la vida moderna. Ojo, la revista Time eligió Bob Esponja como uno de los programas de televisión más grandes de la historia. Poca broma. Fondo de Bikini es extenso y poblado según su wikifandom pero sus principales atractivos son la casa de Bob (una piña) y el Kurstáceo Crujiente (Home of the Burguer Cangre Burguer), el restaurante donde trabaja. Pero este lugar no sería el mismo sin sus habitantes (Calamardo, Arenita, Patricio o Gary) , seres absolutamente demenciales que hacen que cualquier historia pueda resultar imprevisible a nuestros ojos adultos, pero no para la mirada inocente de un niño. Y es ahí, precisamente donde reside su atractivo.
ME IMAGINO VIAJANDO A NUEVA YORK , QUE HERMOSA CIUDAD POR DIOS, PUEDA SER QUE ALGUN DIA VAYA Y CONTEMPLE COMO ES VIVIR EN ESA METROLPOLIS……
Me gustaría mucho viajar a la Isla de Perdidos. Sería todo un sueño. Un artículo muy interesante. saludos
Bendiciones.
En mi caso yo viajé mucho a Ciudad Esmeralda en cada uno de los capítulos de El Mago de Oz y también viajé a Ciudad Gótica con las series de Batman.
Saludos.