El dinero de Bárcenas no está en Saas Fee

Ni en Allalin ni en el Tenn; ni en los remontes ni en las motos sin motor que zizaguean por las montañas. Tampoco en todo el Matterhorn saben dónde podría estar. Por Saas Fee nadie ha visto ni un euro de Bárcenas. El guardián de las finanzas del PP no estuvo en esta idílica zona entre rascacielos montañosos. Y si pisó el territoritorio Heidi, la joya de los Alpes suizos, su presencia pasó totalmente desapercibida. 

Camino de Kreutzboden

No le arriendo las ganancias al juez Pablo Ruz. El trabajo del magistrado de la Audiencia Nacional siguiendo el rastro del dinero de Bárcenas es titánico. Aunque me confieso más fan de Grande- Marlaska (por el grupo musical) hace unas semanas decidí echarle una mano a Ruz aprovechando que iba a estar en la pequeña población suiza de Saas Fee, en el cantón de Valais. Iba a pasar unos días, y sintiéndome un poco Carvalho, me preguntaba si podría averiguar si el antiguo tesorero de los populares habría esparcido algunas migajas por aquellos lares. En mi maleta guardé la camiseta que me había impreso con los “papeles”, una gabardina color gabardina, un bote de Patricko y un manual para sacar y entrar dinero en Suiza. Mi sonrisa más socarrona viajaba en el equipaje de mano.

Este rincón de los Alpes, desconocido en España pero muy visitado por alemanes, franceses e italianos, está a 1.400 metros de altura y rodeado por cumbres de 4.000. Tan pronto podría ser el idílico pueblo de Heidi como la ubicación perfecta para el escondrijo de viejos nazis cobardes que  buscaron refugio tras salir huyendo de sus crímenes contra la humanidad.

Saas Fee

Ginebra siempre da caché

El vuelo de Swiss Air me deja en Ginebra, la ciudad en la que mejor combinación se encuentra para llegar a Saas Fee. Además, aunque no lleves maletín sino maleta, tiene mucho más caché aterrizar en la ciudad que mira al lago Lehman que en cualquier otro lugar de Suiza, donde va a parar. Las animadas calles que rodean a la estación de Cornavin se tornan algo más sórdidas a medida que nos adentramos en las que llevan nombre de ciudad helvética. Las rues de Neuchatel, Berna o Zurich parecen el escenario de una novela negra de Raymond Chandler, aquellos sórdidos barrios en los que gente sospechosa te observa desde la terraza de alguna taberna mientras sorben del vaso, y en los que prostitutas se te insinúan sin desviarse de su chulo. Aunque Ginebra siempre da caché, me pregunto si no podría haber elegido mejor ubicación para mi hotel. Menos mal que solo será una noche.

Escaparates juguetones

Un viaje de placer por el país sin reloj 

 Viajar por Suiza es un placer, una gozada. No me extraña que los ricos traigan aquí su dinero, y no sólo por la opacidad de los bancos. Las buenas comunicaciones te colocan en cualquier sitio en cuestión de horas, sin fallos y con una facilidad asombrosa. En este país, cuna de los mejores relojes del mundo,  en realidad no hace falta llevar cronógrafo, sólo hay que ver pasar los trenes para saber la hora. Reviso en la documentación que mi tren con destino a Visp, la entrada al oasis alpino al que me dirijo sale a las 10:02 y llega a las 12:22. Puntual como un clavo, sin tachas. El viaje en tren en primera es muy agradable, por el camino sobrevuelo el desierto de Libia, consigo ensimismado entrar en la Gran Pirámide y participo, con suerte para contarlo, en la fallida Operación Walkiria.  El vagón del silencio y el libro Pilotos, caimanes y otras aventuras extraodinarias, de Jacinto Antón lo hacen posible.

En Visp cojo un autobús que emprende un sinuoso trayecto de 50 minutos entre montañas. No es como el trayecto de la muerte que une Tibet con Kathmandú pero sus conductores son casi igual de temerarios. La diferencia es que los buses helvéticos son más modernos y el resto de vehículos que circulan por esta vía culebreante, algo más civilizados. Atravesamos por carretera la región del Matterhorn, o del Cervino como se la conoce en la parte italiana. Está al suroeste de Suiza, entre el glaciar del Rin y el lago Lehmann. Aquí más del 80% de los días hace sol, sus veranos son secos y suaves y los inviernos blancos y fríos como la cal de la pared. Aquí el aire es como una pastilla de juanola, respirarlo es inhalar pureza y frescor.

Rodeado de cuatromiles

Desmontando Saas Fee

Los coches están prohibidos en Saas Fee, el pueblo más turístico y representativo de la cultura alpina suiza al este del Zermatt. Pero hay que ir con cuidado, pequeñas furgonetillas con forma oruga se mueven de manera silenciosa gracias a la energía eléctrica. La mayoría pertenecen a hoteles que recogen a sus clientes en la parada de bus o el parking anexo y los llevan a su lugar de residencia durante los próximos días. Una manera de moverse de lo más sigilosa y privada, sin hacer ruido, en un vehículo pequeño pero con suficiente espacio para meter varios maletines y disponible a cualquier hora. Pero yo elijo ir a pie, caminar entre estancias acogedoras, nieve perpetua, hedonismo y vida idílica hasta mi hotel, el Tenne, una construcción de 3 pisos de madera y con tejado a dos aguas. Mi habitación tiene un balcón casi tan grande como mi apartamento en España.

Al tercer desayuno ya he cojido confianza con sus dueños, Bechtold y Emmanuela Bumann y decido abordar con ellos la cuestión.

-¿Os suena el nombre de Bárcenas?

-Barggggggsenessss??? Nou.

Ese día había procurado bajar perfectamente peinado, untado con fijador Patricko y con dos líneas blancas pintadas en la sienes. Insistí.

-Sí, Luis el Cabrón.

-¿Cabroouuun, nou esssto es todo muy familiarrrr aquí nou hay cabroooouuun.

Ni siquiera mi aspecto borró la sonrisa del rostro de estos sencillos y apacibles ciudadanos. De todas formas, lo imaginaba.

Familias en Kreutzboden

Algo de glamour

En los alrededores de Saas Fee se pueden hacer multitud de actividades, prácticamente lo que puedas imaginar y se pueda practicar a pleno aire libre. Hay más de 300 kilómetros de senderos preparados al abrigo de cumbres verdes y blancas, y 70 kilómetros más ideados para ir en bicicleta de montaña.

Con mi “carné de ciudadano” (Burguer Pass), el que te dan en cualquier hotel de Saas Fee si pasas más de una noche, cogí el remonte que subía hasta Kreutzboden, en los altos de Saas Grund. Es el punto de partida ideal, a unos 3.000 metros, para un caminata escénica, para hacer senderismo o ciclismo de montaña. Un sitio ideal para familias, con su pequeña granja y sus vacas pastando por los cerros. Yo quería relax así que me senté en la terraza del restaurante que corona la cima del Kreutzboden, y que en los días soleados da más glamour si cabe. Mientras contemplaba el macizo del Mischabel me vino a la mente la frase que como un martillo repetía el extesorero: “Altos horizontes, Luis, altos horizontes”. No hace frío, pero la gabardina me provoca picor en todo el cuerpo. La camarera dejó suavemente sobre la mesa de madera de roble la ensalada más verde y con los tomates más rojos que he visto en mi vida. Cuando me miró le hice ojitos y entré a matar.

-Lleva gomina, cabeza de emperador romano, es aficionado a la montaña. -le aporté con           datos- Viste una como esta – añadí dándole unos pases toreros con el faldón de mi gabardina color gabardina.

-Aquí solía venir -mi corazón comenzó a galopar- un tal Blesa, pero ahora hace tiempo que no le vemos. Venía con la familia, todo esto es muy familiar. El Bárcenas no ha puesto un pie aquí. Vamos, ni que se atreva. -zanjó la camarera. Paqui, de Jaén, para más señas. Emigrante a la fuerza en los Alpes.

Es posible pasar la noche en Kreutzboden pero yo, cuando doy cuenta de mi ensalada y de como comienza a descender la temperatura, decido regresar a Saas Fee. Eso sí, antes debo pasar a presentarles mis respetos a las marmotas que pueblan el subsuelo de la cordilllera y que salen en verano en busca de la comida de los turistas. Bill Murray consiguió en  Atrapado en el tiempo que estos solitarios animalitos me cayeran bien.

El glaciar Alallin

¿Dos horas andando?

Al día siguiente decido subir aún más alto. Me monto en el metro Alpin, un tren que penetra en la roca para transportarme hasta el Allalin, un macizo de nieve a casi 4.000 metros de altura. Es un lugar ideal para amantes del esquí alpino o cualquier variedad deportiva que incluya la nieve como animal de compañía. Yo, sin embargo, quiero sentir  lo que experimenta la gente pudiente, la que se pone morena con la nieve y no en la playa. Lo hago tumbado al sol en la terraza del restaurante giratorio más alto del mundo. Aquí comienzo a notar lo que sienten la Koplowitz, el De Guindos o los Principes. Ahora sí.

De repente, alguien me da un susto cuando me toca el hombre con los dedos.

-¡Puede subir a la cima, son sólo 500 metros!

Tenía los ojos cerrados y estaba absolutamente relajado.

-¿Cómo?

-Solo dos horas de caminata, pero el esfuerzo lo recompesan las fabulosas vistas. -continuó el muchacho de tez morena.

-No, gracias. Andar me cansa, así que subir cuestas más todavía. Sorry.

Su expresión no sé si era de incredulidad o de asco, menos mal que no vio mi Manual para entrar y sacar dinero de Suiza. Terminé de leerlo mientras comía unos macarrones alpinos (Alplermakkaroni) con un plato de Rösti.  Todo ello mientras daba vueltas muy lentamente en aquella plataforma y contemplaba las cimas Eiger, Mönch y Jungfrau. Del manual aprendí que el dinero sale y entra en Suiza en coche; que siempre se lleva en maletín; que los bancos no tienen ventanilla, ni atención al cliente ni zarandajas de esas para pobres; que debes tener un saldo medio de 18.000 euros; que en Suiza se gestionan 3 billones de euros, el 2% de lo que costó nuestro rescate bancario; que el mantenimiento de una cuenta numerada es de 2.000 euros al año; y que tener cuenta en Suiza no es ilegal, lo es no declararla en España. No me indigesté de milagro.

Nieve Perpetua en sus picos

Para calmar un poco mi calentura después de leer el manual, me fui de visita al Eispavillion, una especie de museo de los Glaciares. Me cogió la entrada un hombre con edad suficiente como para haber asistido a la formación de los glaciares. El bigotito afrancesado me cautivó, así que me lancé.

-Busco a Jaqs….digo a Bárcenas, un tiburón de las finanzas español, ¿lo ha visto? -le pregunté mostrándole una foto en la que el exsenador alza la mano para pedir un taxi a la puerta de casa.

-Podría ser. Hay mucha gente que viene por aquí y se le parece. Tiene dinero de dudosa procedencia ¿no?.

Asentí con un movimiento de cabeza y volví a la carga.

-¿Entonces le ha visto?

-No exactamente, digo que si hubiera pasado por aquí tampoco me hubiera extrañado?

El museo-glaciar está muy bien pero a mí ya se me habían congelado hasta las intenciones y decidí emprender regreso al hotel. Por el camino saqué la conclusión de que aquél lugar, Saas Fee, se parecía bastante al sitio ideal para vivir. Pueblos tranquilos, idílicos y con parajes naturales incomparables forman una constelación perfecta para pasarlo bien pero también para pasar desaparecibido.

Anochece en Saas Fee

Quedaron muchas cosas en el tintero: el Gorge Alpin, un barranco con torrente entre Saas Fee y Saas Grund; el Abenteuerwald (bosque de aventuras) donde puedes ser Tarzán por un día y colgarte de lianas interminables; y el FeeBlitz en el que experimentar una vertiginosa bajada a toda velocidad por el bosque, entre otras. Además, no vi ni rastro del dinero de Bárcenas que tanto busqué. Suficientes argumentos para volver.

 

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