
Recién llegado de Noruega caigo en la cuenta de que no he presenciado ningún asesinato. La novela negra nórdica, tan de moda, no se ha cruzado en mi camino ni para nublarme el clima. Jo Nesbo y Anne Holt me han dado una tregua y sus asesinos e investigadores no han tenido trabajo durante esos días en los que he recorrido Stavanger, Bergen y los fiordos. Lo cierto es que tampoco me ha hecho falta porque el viaje ha sido una auténtica aventura en la que no ha sido necesario tener un guión. Noruega siempre sorprende…y no sólo sobre el papel. Cuando se funde una naturaleza brutalmente salvaje con un pasado fogoso y uno de los presentes más atractivos de toda Europa, el resultado es mejor incluso que la ficción. De hecho, en Noruega cada uno puede hacerse su propia novela, ingredientes no faltan.

Nunca pensé que una piedra sería la protagonista de una historia viajera, estas cosas solo pasan en Noruega. El Preikestolen, en español «púlpito» (no confundir con el «pulpito» a la gallega), es una roca en lo alto del Lysefjord que se erige en vigía de este dedo de agua que penetra en tierra. Corta el terreno de manera radical y cae al mar desde más de 600 metros de altura, demostrando el poder de la naturaleza. La vertiginosa belleza de sus vistas sólo es igualada por la dureza de la travesía. Son dos horas de caminata entre piedras a distintos niveles que hacen del más preparado un verdadero guiñapo. Por mucho que mis queridos Guisantes, haciendo gala de su bilbainismo, digan que la dificultad del recorrido es de nivel medio-bajo, la dureza del terreno y las continuas ascensiones convierten la ruta en no apta para urbanitas de barra fija. Hay que tener una mínima preparación, sobre todo mental, para meterse una caminata entre rocas de 4 horas de duración, ida y vuelta. Un camino que se complica más si llueve o hay niebla y que nos obliga a tener la vista fija en el suelo para no torcernos un tobillo o resbalarnos entre peñascos. Si yo lo he hecho es que se puede hacer, pero teniendo muy en cuenta que no se trata de un paseo. Eso sí, al llegar a la cima las vistas recompensan el esfuerzo. Los fiordos, valles creados por la glaciación, que en un mapa parecen venillas que llegan a un corazón necesitado de energía, desde el Preikestolen se revelan abruptos pero tranquilos y apacibles. La dureza del camino es directamente proporcional a la belleza de sus vistas.

Los fiordos tienen su capital en Bergen, la puerta de entrada a estos hilillos de mar que irrumpen en la tierra y que en algunos casos superan los 100 kilómetros de longitud. La ciudad es destino para riadas de cruceros ávidos de salmón, temperaturas agradables, edificios coloridos..e historias de incendios que hacen volar nuestra imaginación. Bergen tiene el récord de fuegos, más de 34 entre el siglo XII y el XX, destruyendo en varias ocasiones todo el entorno urbano. No es extraño tal cantidad de desastres si tenemos en cuenta que los edificios se construían a base de madera y los fuegos se hacían dentro de esas mismas construcciones. Hasta que alguien con cierta cordura prohibió levantar inmuebles a base de tablas. Lo que no se convirtió en ceniza constituye hoy la referencia de Bergen y forma parte de la prestigiosa lista de lugares Patrimonio de la Humanidad. Bryggen (muelle) es el legado que dejó en esta ciudad la liga Hanseática, un grupo de alemanes que durante los siglos XIV y XV controlaban el comercio exterior noruego. Pintorescos edificios de colores que parecen pintados a lápiz, estrechos de fachada pero con una profundidad notable que hoy son restaurantes, cafés y tiendas de recuerdos. Todos forman estrechas callejuelas que muestran la antigua normativa urbanística hanseática y que explica su modo de vida. Respetando su pasado y apoyándose en él, Bergen cuenta hoy con los sistemas contra incendios más eficaces de Europa.

De incendiarios también tienen fama los grupos noruegos de black metal, uno de los grandes movimientos culturales que exporta el país nórdico. Hago un paréntesis para decir que Varg Vikernes y Bard Faust me parecen unos payasos, además de unos asesinos (no lo digo yo, lo dijo un juez), pero es innegable que las bandas venden cientos de miles de discos en el extranjero y han labrado el camino de uno de las variantes del heavy metal con mayor aceptación. Dentro del festival Bergenfest hay un cartel exclusivo de bandas de black metal, algunas de fuera de Noruega. Lejos de intentar averiguar porqué en uno de los países con mayor bienestar social ha germinado el estilo musical más oscuro creado hasta ahora, me parece encomiable que no se trate de esconder su existencia y sus creadores sigan teniendo escenas donde mostrar sus obras. El apartado Loud del Bergenfest contenía este año a Inmortal o Behemoth, bandas con miles de seguidores que a pesar de admirar su música para nada siguen sus postulados incendiarios.
Una roca, la que culmina el Preikestolen, algunos incendios y un apunte cultural en forma de festival de música «satánica» son los ingredientes de mi historia en N0ruega, los capítulos de una novela que la realidad ha escrito sola y en la que sustituyo el Fin por el Continuará…
Muy bueno;)
Hay que reconocer que la subida al Preikestolen es interesante, entretenida y que las vistas compensan; en un principio a través de la nieble, se intuye e impresiona, y cuando abren las nubes y se ve el fiordo… allí es donde quieres estar.
Buenísimos recuerdos del Bergen Fest, aunque no llegamos hasta el death metal! 🙂
Saludos!
Pues si que dan ganas de ir allí…que fotos chiquillo!!!
Pues si que dan ganas de ir allí…que fotos chiquillo!!!