Lee Arranmore, una isla de novela (1 de 2)
El ritmo de vida en la isla de Arranmore es pausado y humano. Cuando pasas cerca de alguien se saluda y, si se da el caso, también se habla sobre el tiempo, la vida o los resultados de los últimos partidos de Hurling. Pero aunque parezca lo contrario, la batalla de este rincón del condado de Donegal, en Irlanda se libra contra el tiempo. Aunque fue la primera de las islas del país en obtener conexión eléctrica en 1957, los demás servicios tardaron lo indecible: el agua corriente no llegó hasta mediados de la década de los 70, y sus habitantes estuvieron incomunicados telefónicamente hasta finales de los 80.
“Así que imaginaos en 1935, cuando tuvo lugar la catástrofe” metía como cuña Thomas Costello, nuestro guía y el único taxista de la isla. Parece que sonríe pero en realidad es un tic nervioso que le produce un movimiento en la cara muy leve en la parte izquierda, es como si se estuviera sorbiendo continuamente. El viento empuja hacía atrás nuestros cuerpos mientras nos dirigimos al cementerio. Como una torre vigía se eleva en un gran montículo sobre el que sobresalen restos de una cruz. Es el antiguo campo santo de Arranmore. “Aquí están enterrados algunos de los 19 náufragos que perdieron la vida” nos informa puntualmente Thomas. “En el pueblo se dice que algunos de ellos vagan todavía por las cuevas marinas y acantilados que pueblan la isla”, dice misteriosos mientras las cuencas de los ojos se le hacen cada vez más grandes.
Tras romper la quilla, los 20 ocupantes del bote fueron desapareciendo azotados por el mar, sólo un joven llamado Patrick Gallagher, su padre, Edward y su hermano, Michael, salieron a flote. Cuando el bote volcó, Patrick asió con fuerza a su padre y a su hermano y luchó por salvarlos del hundimiento. Finalmente su padre fue arrastrado por las corrientes pero él continuó agarrando a su hermano en lo alto del bote volcado hasta que llegó a la orilla a las 9 de la mañana del día siguiente. Su hermano murió y cuando el superviviente fue rescatado del agua estaba exhausto y había perdido la conciencia.
Los cuerpos de los otros hombres desaparecidos fueron recogidos sobre la orilla a medida que fue transcurriendo el día. Eran trabajadores que venían de ganarse un jornal en Escocia y familiares impacientes que habían ido a Buttonport a abrazarlos. Todos menos Patrick fallecieron. 8 miembros de la familia Gallagher murieron. 9 días después del naufragio, todavía había 10 cuerpos perdidos en el mar. Ms. Edward Gallagher, de 60 años, perdió a su marido, 4 de sus hijos y una hija, de una familia de 7 miembros. El disgusto fue todavía mayor, si cabe, porque un hijo y una hija que pensaba estaban todavía trabajando en Escocia, también naufragaron aquella trágica noche.
Justo enfrente aparece detrás de una tapia baja el actual cementerio de Arramore. Tiene mucho encanto repleto de cruces célticas y con los féretros mirando hacia el mar. Fotografiar esos símbolos rompiendo el nublado cielo azul es uno de esos placeres indescriptibles.
Los caminos se vuelven cada vez más estrechos y las casas están más distanciadas cuando nos adentramos en la isla, hacía el norte, y ganamos altura. Sobre el mapa, Arranmore es como un diamante desgajado de la Isla Esmeralda, con profundos acantilados que dan forma caprichosa a un pedazo de tierra a la deriva y frente por frente con Terranova en Canadá.
Sorteando curvas y cuando la tierra comienza a convertirse en negruzca, es el momento elegido por Thomas para contarnos la historia de la turba, uno de los “personajes” más enigmáticos y necesarios de Irlanda. “Está compuesta por raíces, plantas marchitas y otro material orgánico que mantiene unido el terreno. Son residuos de hace miles de años que se extienden hacia abajo durante varios metros. Nosotros la secamos al sol en bloques y luego la utilizamos como combustible. Es muy eficiente y barato. Todavía hoy muchos utilizamos la turba para dar calor y electricidad nuestros hogares.” A pesar de insistir en la búsqueda de alguien que estuviera manos a la obra en los campos anegados, no conseguimos encontrar a nadie. Eso sí, los bloques de turba al sol eran intermitentes y poblaban aquella desértica tierra. “Se sigue recogiendo la turba a mano, pero solo en algunas ciénagas pequeñas de propiedad privada. La mayor parte de la recogida de turba es hoy un proceso industrial a gran escala. Cuando la Gran Hambruna forzó a millones de irlandeses a emigrar a Estados Unidos, muchos trajeron consigo un bloque de turba, un recuerdo del viejo país y su anterior modo de vida. Así que resulta que la tierra irlandesa posee una utilidad real, una utilidad más allá de la que uno esperaría de la tierra. Durante siglos, ha sido recogida, refinada, empaquetada y vendida a comerciantes mayoristas. Estos mayoristas trocean luego esos grandes paquetes en otros más pequeños y los venden a los vendedores al detalle. Al detalle pueden luego ser comprados por el consumidor, normalmente en forma de briquetas como combustible para la chimenea.” Thomas dixit, todo un experto en turba, como la mayoría de los irlandeses rurales.
Nos aproximamos a Hill of the Eagle, el punto más alto de la isla a 228 metros. Dicen que águilas marinas de cola blanca surcaban estos vientos. Ahora, es pasto de las ovejas que en este punto del mapa no tienen miedo a las alturas. Siguiendo nuestro camino hacia el norte nos cruzamos con un sólo coche, otro 4×4 de un paisano en labores agrícolas o de turba, hasta llegar al faro. Construido en 1798 fue el primer faro que hubo en el condado de Donegal. Fue reformado en 1865 y dejó de estar habitado en 1982, año en el que se convirtió en absolutamente automático.
Si por algo destaca Arranmore es por ser uno de los pocos territorios del país que conforma la Gaeltacht, la región donde el idioma predominante es el gaélico. Su sonoridad se mezcla con la música del violín y la típica flauta “tin whistle” en uno de los pubs de la isla. Es uno de los sitios más acogedores que he visitado y donde se encuentran algunos de los parroquianos más extraños de Irlanda, y mira que eso es difícil.
“A los camareros de Arranmor no los escoge porque sepan tirar la cerveza sino por las historias que puedan contar a sus clientes”, me deja claro alguien que seguro está harto de oir cuenstos en los bares de la isla y que mientras le preguntaba no sé si dormitaba o me escuchaba.
Lugar de reunión para los buenos y los malos momentos, el pub tiene dos cristaleras con vistas a la playa en la que en esos momentos juguetean algunos niños. Son alumnos de alguno de los talleres de gaélico que se imparten en la isla y que sirven para romper tibiamente la paz monótona que reina en estos 22 kilómetros cuadrados rodeados de mar.
La playa, de arena blanca y suave, contrasta con el oeste de la isla. El golpeo constante de la furia del Atlántico se nota en esta parte de Arranmore más que en ningún otro rincón, hay muchas cuevas marinas y pilas talladas en la roca lo dibuja unos acantilados espectaculares. Un viaje en barco, a ras del mar, nos zimbrea y nos revela sus más de 200 metros de manera majestuosa mientras nos hace sentir pequeños.
“Esperad, no os he contado una cosa muy curiosa” nos espetó Thomas después de la despedida. “El año pasado hicimos una gran fiesta porque nació un niño en Arranmore” dijo alborozado “hacía mucho tiempo que no asitíamos a un nacimiento porque normalmente los jóvenes emigran a Dublín o Cork o Galway, así que fue una muy buena noticia para todos.”
De regreso a Buttonport, en el ferry, una duda me asaltó: la fecha de nacimiento de esa criatura. Imaginaba que pudiera haber nacido un 9 de noviembre, el mismo día de la tragedia de la yola. No me hubiera extrañado, al fin y al cabo Arranmore es una isla de novela.
Estupenda historia de un lugar tan irlandés, y por eso mismo tan entrañable.
Cada vez que lo pienso me doy cuenta de que Irlanda es un país que me fascina por sus historias y por sus gentes. Tengo muchas ganas de regresar.
Un abrazo.
Apetece perderse una temporada por la isla, es enigmática y la historia fantástica, de chimenea…
Por cierto me encantan las fotos de lugareños, son auténticas!
Bendiciones.
Me encantaría visitar Irlanda pronto.
Saludos.