Vuelvo a Irlanda

«Este país me gusta demasiado, y no es bueno para un escritor escribir sobre algo que le gusta demasiado»

Heinrich Boll, Diario Irlandés
razones por las que amo Irlanda
Así nos miran cuando vamos a Irlanda
@Turismo de Irlanda

Es inevitable que en conversaciones con amigos, alrededor de una barra, te pregunten por tu destino ideal aquél que se conserva intacto en tu retina y se ha fundido en tu corazón sin que te des cuenta. Yo siempre respondo lo mismo: Irlanda. Los que me conocéis también me habréis escuchado repetida y cansínamente la matraca de que si me dieran a elegir un lugar en el que vivir ese sería la Isla Esmeralda.

Hay muchas razones por las que amo Irlanda, algunas me salen a borbotones, como chorros de verborrea incontenible, y otras las llevo tan ocultas que ni yo sé que existen y que brotan como los jaramagos con la lluvia. Y de repente, cada poco, afloran de nuevo.

razones por las que amo Irlanda
Entrañable acordeonista en el Rostrevor Inn
@Turismo de Irlanda

Aunque el paisaje urbano que me rodea sea muy distinto, sé que Dublín siempre me espera con los brazos abiertos. Con la música sonando en Grafton Street, las pintas de Guinnes en los pubs de Temple Bar, con el coqueto Penny Brigde guiñandome un ojo, con la desafiante aguja Spire, las petreas flores de la bella Molly Malone, la guitarra colgada de Rory Gallagher o la pose chulesca de Phil Lynnot. Pero también me aguardan los vientos terribles de Arranmore, los desafiantes acantilados de Donegal, la vibrante Belfast, la suave Cork o la siempre dispuesta Kerry. En todos esos lugares residen mis mitos, mis ídolos, mis referencias, las que dan sentido a esto que se llama viajar.

8 razones por las que amo este país

Por la música irlandesa: Rory Gallagher, Phil Lynnot y todos los que vinieron después.

Cómo explicarlo para que se entienda de manera contundente. Para mí la relación entre Irlanda y la música es como la que puede existir entre París y la Torre Eiffel, Nueva York y el Empire State, La India y el Ganges, Extremadura y el jamón. Una asociación indivisible y eterna de dos elementos que por sí solos ya no tienen identidad. En un país en el que hasta el más lerdo sabe tocar algún instrumento y todo el mundo se atreve a cantar sin ningún prejuicio, la música es el caldo sobre el que se sustentan gran parte de sus leyendas, mitos y otras fábulas que han ayudado a construir la imagen que hoy día tenemos de Irlanda.

Es el verdadero motivo de mi amor por la Isla Esmeralda, para que vamos a engañarnos. La lista de grupos y solistas irlandeses es interminable, y aún así nos seguiría faltando gente. Hay van unos cuantos que sé son del agrado de los lectores de Viajes, Rock y Fotos: The Dubliners,(destilan whisky por sus notas), Van Morrison, (su mala hostia es directamente proporcional a la calidad de su voz) Thin Lizzy, (un negro irlandés:mezcla única) U2(nunca renunciaron a sus orígenes) Rory Gallagher, (tan humilde que resultó ser el mejor guitarrista del mundo) Enya, (conocí a su hermano en el bar que tienen en Donegal) The Pogues (mis favoritos: un grupo de borrachos irlandeses, no se puede decir más con menos), My Bloody Valentine, (éstos sí que fueron indies, que se lo digan a Los Planetas) Bottom Rats,( a pesar del cargante Bob Geldof) Eleanor McEvoy, (dulzura al violín) Sinead O’Connor, (no levantó cabeza) The Corrs (¿qué fue de ellos?)… Músicos que forman parte de nuestra propia banda sonora, vivamos donde vivamos y con los que nos identificamos plenamente.

Rory Gallagher explicando sus orígenes irlandeses mientras suena el A Million Miles Away.

Por los escritores irlandeses: contadores de historias por todos lados.

Hay algo misterioso en la proliferación de escritores irlandeses de éxito. No se sabe bien qué es (yo apuesto por la Guinness) pero esos maravillosos paisajes han dado a luz la mayor concentración de ingenio de nuestra cultura reciente. Joyce, Kavanagh, Behan, Swift, Stoker, Wilde, Beckett, McCourt, Gogarty, Yeats…y muchos más. Se ha repetido hasta la saciedad pero no por ello es menos cierto que Irlanda es el país con mayor número de Premios Nobel del mundo: Samuel Becket, W.B. Yeats, Seamus Heaney y George Bernand Shaw. Y no son todos antiguos, es decir, de principios de siglo sino que el país nos sigue dando buenos literatos como es el caso de John Boyne.

El 16 de junio tiene lugar el homenaje a todo ellos concentrados en la estrafalaria y genial figura de James Joyce. Durante el Bloomsday, los dublineses recorren las calles que paseara el Leopold Bloom del Ulises Una cita ineludible para conocer la relación del atípico escritor con su ciudad. De hecho, su intención con esta novela era que si Dublín fuera destruido, se pudiera reconstruir a partir de sus textos.

Un genial vídeo sobre el Bloomsday

Por cómo son los irlandeses

En realidad quiero decir que los irlandeses son como nosotros, los españoles, o al menos así me lo parece. Pero no sólo a mí, la actriz y cantante Leonor Waitling que, dicho sea de paso no es santo de mi devoción, coincide conmigo. Ella, que tiene madre británica, sentenció en una entrevista: «Con los irlandeses tenemos mucho en común: somos países católicos, duros de vivir, con mucho alcohol y mucho sentido del humor, y nos caen mal los ingleses» Totalmente de acuerdo, sin que sirva de precedente. Es algo habitual acudir a cualquier pub y que algún desconocido se te acerque para entablar conversación.

-Hola amigo, ¿de dónde eres?

-De España.

-Anda, yo viví unos meses en Valladolid.

-¿Y qué hacías allí?

-Trabajar en una obra. Me volví a Irlanda con pena.

-Pues no sé por qué. A mi Irlanda me encanta, es como España pero con Guinnes everywhere.

Sean enseñándome lo que era la turba y el partido que le sacan.

Basta con que te vean en cualquier calle de cualquier ciudad irlandesa mirando un mapa más de dos minutos para que alguien se te acerque a ayudarte. Los irlandeses son ufanos, bebedores, cuentachistes, con un punto sinvergüenza, habladores, dicharacheros y les gusta mucho la juerga. Así que me identifico plenamente con ellos. No en vano, hasta aquí llegaron también los celtas, así que su semilla convive en nosotros y nos acerca más que lo que la distancia física pudiera parecer.

Por sus acantilados de vértigo: Moher, Horn Head o Slieve League y otros abismos.

Más de 1.500 kilómetros de costa dan para mucho. La que mira al Atlántico se yergue sobre el mar orgullosa y con una prestancia sin igual. Parece como si este pedazo de roca hubiera navegado a la deriva hasta que un ancla invisible la forjó a este territorio donde el mar y el viento ruge con una fiereza tremenda. Y eso ha dado como resultado unos acantilados que se asoman al mar para averiguar dónde cae el fin del mundo.

Entre los más notables me gustan los de Moher, con sus antiguas torres defensivas y su altura de más de 120 metros; los de Horn Head, desconocidos para el viajero pero con mil tonos de verde sobre el mar azul intenso; y los de Slieve League, los más altos de Europa y que ofrecen un dramatismo que rivaliza con su belleza. Pocos placeres se asemejan al que sentí cuando ascendí los acantilados de Donegal y, sentado sobre la hierba rodeado de ovejas, imaginaba barcos vikingos acercándose a la costa…

Las impresionantes vistas desde Slieve League @Turismo de Irlanda

Por los pueblos que me recuerdan mi tierra.

Vivo en una región de pueblos, algo de lo que me siento muy orgulloso. Las multitudes me hacen sentir extraño y solitario. Las pequeñas poblaciones me reconfortan y me acercan al ser humano. Recorrer la isla de Irlanda en coche e ir parando en pequeños núcleos de población desperdigados por el territorio es una de las mejores experiencias que se pueden tener en este bendito país. Es una de las razones por las que amo Irlanda, porque me asomo a sus poblaciones minúsculas y me siento como en casa. Tan fácil y tan bello. Mientras camino hacía la panadería para comprar el pan, saludo a todo el que me cruzo en la calle y pego la hebra con el primero que se sienta a mi lado en el pub. Y si no hay nadie, se habla con el tabernero. O sea, igualito que en el pueblo.

Ballyvaughan, situado a medio camino del Wild Atlantic Way
@ Carsten Kreiger

Por sus castillos: refugio de leyendas y canciones

Lo mejor de los castillos es lo que esconden. Esa historia que cuando cae la noche resurge en forma de leyenda y cubre cada una de sus piedras. Por eso no me atraen las fortalezas de Irlanda que se mantienen en pie, que se conservan casi intactos. Me seducen aquellos que dejan entrever una historia de guerras, de romances, de luchas y de sangre. Aquellos que guardan las cicatrices en sus columnas y patios, las dentelladas del tiempo en sus torreones y los azotes del pasado en las faldas y fosos.

Por todo ello los castillos son una de las razones por las que amo Irlanda. Hay muchísimos, incluso algunos muy escondidos y con historias alucinantes, pero entre los más conocidos me quedo con el Dunluce (en el siglo XVII una tempestad lo partió por la mitad y ahora su figura aparece como colgando de la costa irlandesa); Dunguaire (refugio de Gogarty en la campiña irlandesa); o Trim (sólo con decir que fue escenario de la película Braveheart debería bastar para dar cuenta de lo que podemos encontrar en él).

razones por las que amo Irlanda
El castillo de Dunluce es el mejor ejemplo de que los castillos cuanto más misteriosos, más bellos.
Turismo de Irlanda. @Matthew Woodhouse

Por su cine costumbrista y nada complaciente

Hubo una época que el cine irlandés era como un género en sí mismo. Recuerdo En el nombre del padre, Café Irlandés, Michael Collins, The Commitments, El Viento que mueve la Cebada…películas estéticamente muy distantes pero que guardan la esencia histórica y cultural de una tierra que siempre ha mirado al pasado en forma de leyenda o canción. Son películas que cuentan historias de héroes normales y corrientes, gentes llanas que luchan por sobrevivir agarradas a sus tradiciones. Sé que algunas de ellas están dirigidas por británicos como Stephen Frears o Ken Loach pero, sin embargo, ellos han sabido captar esa esencia mejor que algunos irlandeses. Y aunque no me emocione demasiado (prefiero otras obras del maestro) sería una herejía hablar de cine y no nombrar ¡Qué verde era mi valle! del gran John Ford. Él por sí solo sería razón más que suficiente para amar Irlanda.

…y la imprescindible Once de Marketa Iglova y Glenn Hansard

Por los pubs irlandeses, auténticos templos del pueblo

Paredes de madera, moqueta, olor algo rancio, multitud de objetos decorativos, predominio del color rojizo, un barman charlatán y calor emocional. Poco más que añadir. Hacer una lista con los pubs favoritos de Irlanda me parece un poco atrevido. Vamos, que no estoy capacitado para ello. Así que he decidido que voy a dejaos en estas líneas lo que yo entiendo como lugares que merece la pena visitar para tomar una Guinness. Por ejemplo, recomendaría ir al McCarthy’s Fethard, en el condado de Tipperay, que es un bar, un restaurante y una funeraria, todo un canto a acabar las fiestas como Dios manda. Habría que visitar también el Grace Neill’s. en el condado de Down, que tiene fama de que algún que otro fantasma es el encargado de echar el whisky. No me extraña después de 400 años recibiendo en su interior a piratas, bucaneros, inspectores de hacienda…

razones por las que amo Irlanda

Y voy a dejaos dos más que creo que os alegrará conocer y que os enamorarán. El primero es el Toner’s. Cuenta que el poeta WB Yeats llegó a los 40 sin haber pisado ningún pub, así que le pidió a su amigo Gogarty que le introdujera en alguno. Éste le llevó al Toner’s dónde Yeats pidió una copa de jerez. Tras bebérsela le dijo a su amigo: «¿Esto es todo? Pues vámonos» El que sí fue un cliente habitual fue Bram Stoker, autor de Drácula. Está en Dublin.

Y por último, el The South Pole Inn, en el condado de Kerry. Su fundador fue Dingle Tom Crean que participó en tres de las expediciones más duras a la Antártida. Una de ellas capitaneada por el explorador Ernest Shackleton. Incluso llegó a ganar una Cruz de la Victoria. En 1920 se retiró y montó el pub. Dingle, que tomó el nombre de su pueblo natal, murió de apendicitis.

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