Pertenece a la serie Flandes en 5 actos
Lovaina es una ciudad joven. No me entiendas mal, no lo digo porque sea la ciudad universitaria por excelencia de Europa, ni porque los estudiantes dupliquen su población de septiembre a junio, ni tampoco porque organice multitud de festivales de música rock. No, no lo digo por eso. Quiero decir que es una ciudad agradable, vitalista y muy dinámica y eso va mucho más allá de la edad que tenga la gente que viva en ella. Hacedme caso, conozco muchos jóvenes que están amargados y a muchos viejos que tienen una iniciativa envidiable. Si hasta los policías son agradables.
-Hola, ¿el Theater Hotel?
-Esta es la calle principal de Lovaina -me dijo levantando el brazo derecho y apuntando hacia la Bondgenotenlaan.
-Sí, pero ¿el Theater Hotel está en esa calle?
-Imagino…casi todo está en la Bondgenotenalaan. El caso es que no lo sé porque no soy de aquí, he venido a trabajar en el dispositivo de seguridad del Rock Werchter.
-Ah, pues yo vengo precisamente para ver el Rock Werchter.
-Pues se divertirá, seguro. Es un gran festival.
No me digas que una conversación así la puedes mantener en España con un policía. No me lo creo. Además es que sonreía cuando hablaba, y eso es fundamental a la hora de transmitir cordialidad. Así que entré con buen pie en Lovaina, la más rebelde y la más accesible de todas las ciudades de Flandes, en Bélgica.
Lovaina aparece ante el viajero cercana, tanto que parece que nada más salir de la moderna estación de tren la ciudad te abraza y te atrapa en su regazo. La Bondgenotenlaan secciona el círculo que conforma el casco histórico de la ciudad y, como la manecilla de un reloj que marca las 3, mira hacia el este y se pierde entre las vías del tren. En esta populosa y agradable avenida está mi hotel cuya planta baja es el Cafe Leffe y ante cuya puerta hace guardia la estatua de una señora con falda de vuelo, moños goyescos y brazos cruzados, mirando altiva a los paseantes.
Estoy a un tiro de piedra de la Grote Mark, amplia y resultona pero quizá con menor animación que la de Gante o Bruselas. Lo mejor de Lovaina se esconde en las calles aledañas donde la efeverscencia entra y sale de locales que guardan la esencia de otros tiempos. Años no tan remotos a la fundación de la ciudad, allá por el siglo IX, cuando los romanos establecieron a orillas del río Dijle un asentamiento que luego se convertiría en un importante centro mercantil del que la iglesia se quiso apoderar. Iglesias, monasterios y abadías florecieron en el siglo XII al abrigo de un futuro de esplendor como capital económica de Brabante, para terminar con un regalo que hoy día se mece como bandera de Lovaina: la universidad. Fundada en 1425 en ella se podía aprender Medicina, Derecho Canónigo y Civil y Artes. Hoy más que nunca, la Universidad de Lovaina mantiene el empuje investigador y emprendedor. Sus 35.000 estudiantes son Vesalios, Erasmos, Mercators o Vives en potencia.
La fachada del Ayuntamiento rivaliza en estilismo con la de la catedral de la Iglesia de San Pedro. Reyes, sabios y filósofos esculpidos a la piedra vigilan al visitante desde la esbelta pared del consistorio mientras el gótico del templo guarda valiosas piezas artísticas. Con aspecto de realicario, el Ayuntamiento preside la Plaza Mayor con sus seis torreones octogonales. Las 3 caras del edificio son visibles y narran escenas de la Biblia. Aunque se salvó de la I Guerra Mundial, salió algo dañada de la Segunda, algo que no sucedió con la iglesia de San Pedro. A pesar de la devastación de las dos guerras mundiales, la iglesia es rica en obras de arte y encierra dos extraordinarias pinturas del siglo XV del flamenco Dirk Bouts (La última cena y el Martirio de San Erasmo). Ambos edificios compartieron arquitecto y su construcción llegó a solaparse en el tiempo.
De los 95.000 habitantes de Lovaina, la mayoría vive de los estudiantes.
-La universidad católica es el motor de nuestra economía-me explica Ralph, el amable mesonero de un pub cercano a la Grote Markt.
-Bueno, es junio, ahora no habrá muchos estudiantes ¿no?
-Están todos en sus casas, volverán en septiembre. Muchos comerciantes aprovechan incluso para cerrar sus negocios.
-O sea que eso de que Lovaina es una ciudad universitaria no es una frase hecha.
-¡No! Tiene muchos ejemplos repartidos por toda la ciudad. Los universitarios son muy importantes para nosotros…y también los turistas.
Y me guiñó el ojo con tal fuerza que la parte izquierda de la boca se le estiró de tal manera que pensé que se iba a descoyuntar. Ralph fue un maestro cervecero convertido a gerente de bar. Vivió la época de esplendor cervecero de la ciudad, durante la que los camareros hacían de someliers y adviertían al cliente de qué birra combina mejor con un determinado plato o cuál cerveza sienta mejor en cada momento del día.
-¿Usted sabe que existe una disciplina científica que se llama la Zytología?
-Sí, es la que estudia las células, su estructura, su funcionamiento…en fin, esas cosas tan difíciles de entender, al menos para mí.
-¡No!-exclamó con su vehemencia habitual-¡Eso es la Cytology!.
Y estalló en carcajadas al tiempo que se llevaba la mano derecha a su prominente barriga.
-Yo me refiero a la zytología, con «z» -me aclaró mientras continuaba riendo.
Tras recomponerse me aclaró a qué venía tanta caracajada.
-Se trata de la ciencia que estudia el arte de crear cervezas. Es como la eonología con el vino pero con cervezas. Aquí hace unos años había más de 100 marcas distintas de cervezas, cada hogar tenía la suya. Era cerveza artesanal, hecha en casa . Pero eso ya se ha perdido. De todas maneras Stella Artois, que compró muchas de esas marcas para unirlas en una sola, tiene su fábrica aquí cerca. Allí podrá comprobar cuál es el proceso que utilizan.
-Creo que me contento con probar las múltiples variedades que todavía existen. Soy de los que prefieren no ver las costuras porque me rompería la imagen del vestido.
-Pues ahora prepárese porque le voy a poner….
Ralph es un personaje, como la señora inmóvil en la acera del Theater Hotel, pero no tiene estatua. En Lovaina los personajes te saludan y te cuentan la historia de la ciudad. Como la panadera (Dorre de Bakker), la popular Kotmadam, el De Witte que representa las novatadas, el bufón Paepe Thoon, e incluso la del mismísimo Erasmo de Rotterdam, inmortal ciudadano de Lovaina.
Nada mejor que escuchar sus historias sentado en una de las terrazas que pueblan las calles y que inevitablemente llevan al viajero al Oude Markt donde está la barra más larga del mundo. Estos veladores son es sí mismo una atracción turística formada por 45 bares donde bulle la energía de esta ciudad, el corazón que hace de esta ciudad un lugar joven.
Muy interesante y buenas fotos, congratulations!
Que pasada de sitio, no lo conocía, así que gracias!!! Una entrada redonda, enhorabuena!!!
Estuve poco por allí, pero me llevé las mismas buenas sensaciones que tú