Turismo con arte en el Alentejo

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7 casas conforman el hotel rural Quinta do Barreiro.

La Quinta de María y José Manuel, así debería llamarse. Aparte de ser mucho más familiar, ese nombre representa mejor el espíritu que se esconde tras estos muros emboscados en plena sierra de Sao Mamede, Portugal. Es obra de ellos, nunca mejor dicho. María Leal da Costa pone las formas y los relieves, José Manuel Costa la arquitectura. Ambos fusionan este peculiar hotel rural con un medio ambiente salvaje, agreste, conservado intacto gracias a su difícil acceso y situación en una de las zonas más deprimidas de Europa y a las que el progreso siempre llegó con cuenta gotas.

La Quinta do Barrieiro (verdadero nombre de esta joya rural) abrió sus puertas hace 16 años y combina a la perfección arte, descanso y naturaleza. Su extensión, 7 hectáreas, está repleta de obras escultóricas de Leal da Costa. A cada paso nos saludan y nos hacen pensar formas que acarician el viento y que saludan al sol mientras se reflejan en el agua. La quinta (finca o cortijo en portugués) era un antiguo secadero de castañas que se ha recuperado y acomodado como hotel rural. Tiene 7 casas, cada una con un nombre distinto que evocan las esculturas que pueblan los espacios abiertos y también el interior de alguna de las estancias. Una galería y otras estancias para celebraciones completan un recorrido por la obra de esta artista internacional.

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La artista María Leal da Costa junto a una de sus obras en la Quinta do Barreiro

Formada en la Escuela de Bellas Artes de Lisboa, María Leal da Costa encontró su manera de expresión trabajando con la piedra, algo que ha continuado de manera muy personal, con un espíritu de experimentación y exploración de la plasticidad en rocas, hierro y bronce. Nacida en Évora, vive y trabaja en la Quinta junto a su marido y su hijo. Estos montes y las gentes del Alentejo sirven de inspiración a su compleja pero orgánica obra que transmite tranquilidad y belleza. Expone desde 1994 y sus trabajos forman parte de numerosas colecciones públicas y privadas repartidas por los 5 continentes.

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Entre tanto arte, un baño en verano siempre viene bien.

La Quinta de José Manuel y María representa en el turismo con arte, un lujo del que disfrutan americanos, canadienses, ingleses y españoles a los que les gusta perderse entre alcornoques, tojos, castaños y pinos en busca de buitres negros, búhos reales o águilas perdiceras. Pero la mayoría viene para degustar con calma el arte de María Leal da Costa y dejarse llevar. Porque aquí también se imparten cursos donde abordar y descubrir las distintas temáticas y plásticas que transpiran sus obras de arte. En sus propias manos y con las enseñanzas de María, el visitante podrá realizar su obra en barro con materiales recogidos de la propia naturaleza. Todo bien aderezado con productos regionales regados con vino de Ervideira. Cualquier estación del año es buena en la sierra pero el otoño y la primavera destacan por su vistosidad y los cambios constantes que el clima crea en el paisaje, modelando estampas únicas.

Marvão, Castillo, Alentejo
El verde, el blanco y el rojo de los tejados tapiza las vistas desde el castillo de Marvão.

Muy cerca de allí se alza majestuoso el castillo de Marvão. A sus pies, la pequeña población de la que recibe el nombre y cuyas calles y tejados pintorescos sostienen la fortaleza erigida en un peñasco. Vale mucho la pena callejear por este pequeño municipio del Alentejo que busca sobrevivir desde el siglo XIX. En la actualidad, sus 150 habitantes resisten divididos entre el turismo y la agricultura.

castelo da vide, alentejo
Castelo da Vide también tiene castillo y restos de un burgo adosado

Y antes de abandonar la zona hay que visitar también Castelo da Vide, uno de los pueblos más bonitos y menos valorado de Portugal.  Sus maravillosas vistas desde el castillo, las casas blancas, los callejones llenos de flores y los orgullosos habitantes son razones más que suficientes para visitarlo. No hay mucho que hacer ni lugares que visitar pero no los necesita. Hay que perderse durante un día por sus calles, sentarse en un café a tomar una «bica» mientras vemos pasar a vecinos cargados de bolsas o en motos de hace 50 años.  Mujeres haciendo ganchillo, niños jugando en las calles o vecinos charlando desde las ventanas completan un museo urbano hecho a base de cuestas. Subir y bajar por sus calles empedradas debería ser deporte olímpico. La medalla de oro, sus vistas a una campiña infinita, sólo reservada para los que gozan de buenas piernas.

castelo de vide, alentejo
Niños juegan en la calle en Castelo de Vide, y que no se pierda esa costumbre

También tienen una judería, muy popular en el s.XV tras la expulsión de los judíos de España. De ella se conservan restos de una de las muchas sinagogas que por esa época jalonaban su paisaje urbano. El agua es uno de sus bienes más preciados. Las fuentes y los manantiales proliferan en plazas y parques públicos.

 

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