La revelación de mi vida fue posible gracias a mi profesor de gimnasia. Estaba en 3º de BUP y desde hacía ya bastantes años me gustaba la música. El primer disco lo compré cuando tenía 10 años. Estaba en 5º de EGB y fue el primer LP de Iron Maiden. Me crecieron los amigos como setas. Pero cuando el hecho que cambió mi vida se produjo corría el año 1990 y el gurú, este sí que era un gurú, fue el tipo más extraño del Instituto por supuesto, alumnos incluidos. Se llamaba Iñigo (se llama porque supongo que vivirá todavía, eso espero al menos) y entre sus aficiones se contaba la de construir un barco. Nada extraño si no fuera porque lo estaba fabricando en el jardín de su casa de Badajoz, a 200 kilómetros del mar más cercano (el Guadiana no es navegable en su tramo extremeño así que queda descartado).
Iñigo era moreno, bajito, musculoso, con perilla poblada y poca cabellera en la cabeza. Sus ojos pequeños se iluminaron el día que me entregó aquel grial: la cinta de los Pixies. Ni él ni yo podríamos saber que aquello era histórico. Todavía conservo el cassette: negro con pegatinas blancas, de 90 y marca Sony. Por una cara el Doolittle y por la otra el Surfer Rosa. Era un sonido tan fresco, tan irreverente, tan directo, tan distinto a las filigranas a las que estaba acostumbrado que supuso una ruptura conceptual con todo lo anterior. Yo era heavy, de los que denostaban cualquier otro sonido a menos decibelios y velocidad de lo que tocaban Venom. Mi discografía estaba sembrada de los éxitos del lado oscuro durante aquellos años 80 pero también de extraños grupos como Krokus, Cinderella, Nazareth o Badana.
Aquella cinta contenía el germen de toda una generación musical envuelto en títulos como Where is my mind, Vamos, Caribou, Levitate Me, Debaser, Gouge Away, Hey, La La love you, There Goes my Gun. La banda de Boston sería tan necesaria para toda la música que surgiría después, a partir de los 90 y en el otro hemisferio de los EEUU, como para sacarme a mí de la ortodoxia musical en la que había vivido durante más de un lustro. La sombra de Kim Deal (que luego formaría The Breeders), Black Francis, Joey Santiago y David Lovering es tan alargada que toca prácticamente toda la cultura popular desde aquel lejano fin de los 80. Kurt Cobain dijo una vez que su canción Smell Like Teen Spirit «sólo trataba de versionar a los Pixies». Su canción favorita de los de Boston era Gigantic.
Ha sido de las pocas veces en mi vida que he acertado un pronóstico. Básicamente porque no lo hice y ahora es que caigo en la cuenta. Estuve escuchando esa cinta de manera incansable durante días, semanas y meses. Aún la puse no hace mucho. Ese año teníamos la excursión de 3º de BUP, íbamos a Mallorca y yo me llevé conmigo a los Pixies para poder escucharlos en mi viejo walkman Sony mientras el resto de los compañeros cantaban a Los Calis en el autobús. La primera noche la pasamos en Valencia antes de embarcar rumbo a Mallorca. De aquél encuentro fugaz tengo grabadas tres imágenes, la estación de trenes junto a la plaza de toros, una calle larguísima y una tienda de discos con un cartel naranja donde me compré una cassette de Radio Futura, Veneno en la piel. Definitivamente, estaba cambiando.
Ahora los Pixies vuelven a la carga con lo que para mí es un fantástico disco, el EP1. Pero esto es lo de menos, lo más importante es que podremos disfrutar en directo de su música, eso sí sin Kim Deal. Hay anunciadas fechas en España y Portugal para noviembre. Las veo marcadas en mi agenda y se me vienen a la cabeza como los golpes secos del bajo en Debaser la pista de futbito donde Iñigo me prestó la cinta, aquella calle solitaria y larga de Valencia, y la carátula simple pero efectista de Radio Futura. Nada volvió a ser igual.
Todavia recuerdo el concierto del Fib de hace unos años, si me gustan sus discos, en directo son todavía más grandes. Que buen post JR!!!
Grandes los Pixies! Para mi también marcaron un antes y un después en mi apertura mental en lo que a música se refiere. Y también fue con un cassette que casi se desgastó de tanto sonar. . Genial el post! Y genial Iñigo! Hay profes y personas que te marcan de por vida con un sólo gesto.
Que maravilla de articulo, tu experiencia la viví yo en diferido, segundos después….