Lo mejor de Portugal, como he contado en más de una ocasión, es que allí te sientes como si visitaras al vecino. Ese señor que vive enfrente pero en cuya casa te sientes como si fuera la tuya. Te agasaja continuamente, te gustan más sus muebles que los tuyos, te invita a cenar y, cuando vuelves a casa, criticas por pura envidia. Así nos sentimos los españoles cuando viajamos al país vecino (de hecho, Portugal siempre ha sido el país vecino a diferencia de Francia a la que nunca le hemos otorgado ese cariñoso título). Con Portugal tenemos muchos puntos en común, más allá del territorio. Pero no sólo eso sino que aquellas costumbres que nos separan resulta que a los españoles nos embelesan. Este artículo podría contener 1.000 razones para viajar a Portugal pero por aquello de no ser cansino he decido reducirlas 9. Así que hacemos nuestra la vieja canción de La Bola de Cristal y proclamamos a los 4 vientos, cual liturgia: ¡Qué tiene Portugal que a todo el mundo le mola!
¿Porqué nos gusta tanto Portugal?
-Porque los portugueses hablan español.
Da igual la ciudad o el pueblo que visites, los portugueses hablan español. Se esfuerzan por hablar en nuestro idioma. Nosotros deberíamos hacer lo mismo a la inversa. Evidentemente cuanto más cerca estamos de la frontera más portugueses hablan español con desenvoltura. Zonas como la raya extremeña, la parte gallega o la que linda con Salamanca. Si te adentras hacía el oeste será más difícil pero siempre hay alguien que chapurrea nuestro idioma. Es una muestra del carácter portugués: afable, siempre atento y, al mismo tiempo, emprendedor. De hecho, no sólo hablan español sino también inglés o francés.
-Por sus 1.000 maneras de hacer el bacalhao y otras delicias gastronómicas.-
Qué decir o aportar nuevo a la gastronomía portuguesa. Se han escrito cientos de artículos sobre ella y no seré yo el osado que intente glosar algo sobre sus delicias culinarias. En Portugal hay miles de locales en los que se pueden comer riquísimos frangos fritos, bacalhao elaborado de 1000 maneras, cachorros, bifanas…todo ello aderezado con un buen vinho verde o una imperial, pero lo mejor es hacerlo en alguna tasca típica. Allí podrás disfrutar del típico aperitivo a base de aceitonas, matequilla, pan tostado, queijo y paté de sardinhas. Eso sí, fíjate bien cuánto te cobran por este petisco. En algunos casos suele pasar de los 5 euros, lo cual es excesivo.
-Por sus dulces, que no empalagan.-
Como la comida, los dulces portugueses son deliciosos. Puede hayas oído hablar e incluso probado los típicos pasteis de nata, pero existe un sin fin de productos de repostería para los que deberías dejar un hueco en el estómago, sobre todo si eres un goloso. En cualquier restaurante te sirven la bola de bolacha (tarta de galletas), tarta de nata (más conocida como serradura), tarta de almendra, las queijadas (pasteles de queso deliciosos) o los pingos. Si te los quieres llevar a casa o comértelos con una buena bica (tacita de café sólo) en un bar los puedes encontrar también en cualquier supermercado: Pingo Dolce, Continente, InterMarché…
-Por la sensibilidad de los músicos portugueses.-
Hacer un repaso por la música en Portugal nos llevaría más de un artículo. Su escena actual es muy variada y de una calidad excepcional. No siempre ha sido así en lo referente a la cantidad de grupos, aunque sí en lo que a la excelencia musical se refiere. Grupos como Madredeus , GNR o Xutos e Pontapes marcaron la senda de un buen puñado de bandas que hoy hacen que la escena musical de Portugal goce de una excepcional salud. Aunque os dejamos abajo una recopilación de canciones de bandas portuguesas vaya por delante que hay grupos de grupos de muy buena factura como Esfera (rock progresivo de Setubal), The Poppers (garage lisboeta), Flying Cage (power pop vitamínico desde Coimbra), The Happy Mess (indie con reminiscencias barrocas)…..y muchas otras bandas para llevar en coche mientras recorremos el país luso.
-El país de Saramago, Pessoa, Camoes, Peixoto….
Sólo José Saramago cuenta con el Premio Nobel de Literatura, una tremenda injusticia en un país plagado de creativos y artistas que han transformado la saudade en obras maestras. Los escritores portugueses han proliferado de manera exponencial en un país con profunda tradición atlántica y que ha tenido que sortear periodos históricamente tristes y pobres para los ciudadanos pero que son caldo de cultivo para la novela y el ensayo. Como ejemplos tenemos a José Luis Peixoto (Cementerio de Pianos, Galveias, En tu vientre) Gonçalo Tavares (Un viaje a la India, El barrio), Sophia de Mello (Nocturno Mediodía) Fernando Pessoa (Diarios), Ana Luisa Amaral (Oscuro), Alfonso Cruz (La muñeca Kokoscha)
-La tranquilidad de sus pueblos.-
Los pueblos son de lo mejor de Portugal, uno de sus grandes patrimonios como país. Cuando paseo por alguno de ellos, me da igual si está al lado de la cercana Elvas, en las faldas del lago Alqueva o en las riberas de Minho, siempre pienso en que son un estupendo refugio antinuclear. Pero no en el sentido bélico sino en un significado metafórico. La tremenda crisis económica que arrasó Portugal hace unos años (igual que ocurrió en España) casi no se ha dejado notar fuera de las grandes urbes. Es en estas aldeias dónde reside la esencia de un país que no se resiste a abandonar a sus gentes. Pueblos encalados, cubiertos de azulejos y con robustas chimeneas salen a nuestro paso en cualquier ruta que hagamos por el país luso. Un encuentro necesario y obligado.
Évora, donde los hipsters aman a Pessoa (aunque no lo hayan leído)
-Patrimonios de la Humanidad en Portugal.-
Los Patrimonio de la Humanidad, aunque cada vez se vende más barato este título, siguen siendo un termómetro más o menos válido para explorar un país o una región. En esta ocasión, Portugal acumula 15 bienes que cuentan con esa calificación, una cantidad perfecta para coger un vuelo más hotel y plantarse en el país luso. Para que os hagáis una idea, España tiene 33 bienes declarados Patrimonio de la Humanidad y es el tercer país con más lugares dentro del ranking. Eso sin contar que también es patrimonio, pero inmaterial, el Fado, la Cetrería, la fabrica tradicional de cencerros o el canto polifónico alentejano. Hay algunos lugares más desconocidos dentro de esta «prestigiosa» lista: Monasterio de Alcobaça; los sitios de arte rupestre del valle del Côa y de Siega Verde; o la ciudad fortificada de Elvas. Otros son más populares como el centro histórico de Oporto y de Évora; el convento de Cristo en Tomar; el Monasterio de Batalha; el casco histórico de Évora; o el Monasterio de los Jerónimos y la Torre de Belem en Lisboa. Pero, evidentemente, aparte de los que están en esta lista, hay otros lugares dignos de admiración por su propia valía patrimonial, por los paisajes o por la belleza que destilan. Por ejemplo: los canales de Aveiro, el pequeño pueblo-fortaleza de Monsaraz, la literaria y amurallada Óbidos o la mirada azul infinito de Alqueva.
-La exquisita educación portuguesa. –
Por tierras rayanas, entre Extremadura y Portugal, corre que dice: «Eres más cumplido que un portugués». Una especie de refrán que explica al dedillo del carácter de nuestros vecinos. Son sumamente educados y corteses, sobre todo con los de fuera. Siempre tienen un saludo y una despedida para el viajero. Si pides ayuda en la calle porque estás perdido, no es extraño que te acompañen hasta tu destino, y, por supuesto, si quieres charlar un rato con alguien no dudes en hacerlo porque los portugueses son magos de la conversación.
-Playas de Portugal, de lo mejor.-
¡Qué decir de las playas de Portugal! Si, vale, el agua está muy fría. Pero ¿qué más da? Hay infinidad de lugares donde plantar nuestra toalla y pasar un día tostándonos al sol. Podemos hacerlo en parajes naturales vírgenes, en playas concurridas, nudistas, surfistas, de barcos que llegan con la pesca del día…Hay infinidad de mantos de arena para elegir. No me creo que no haya alguno ideal a tu gusto. Y los chiringuitos…nada que ve con los españoles. Son de diseño, la mayoría y preparados para el frío y el calor. Muchos abren durante todo el año y tomarse algo en ellos es como hacerlo en cualquier café pero vistas al océano atlántico.
Não me arrisco a escribir en Español, pero aqui vai o meu rasgado elogio ao vosso artigo.
Não temos umas tapas e viño verano tão bons como os vossos, mas tentamos ter uns «vinhos e petiscos» que, sem o esplendor Castelhano, sempre dão algum ânimo aos Portugueses e aos que nos visitam e eu sei que os Españois também gostam.
Não esqueçam de comer nas praias, em qualquer praia, a tradicional «bola de berlim». Ainda não é património, mas é uma tradição antiga e muito boa!
Parabéns e um grande abraço.
Pedro Fidalgo