Pertenece a la serie Flandes en 5 actos
Lo bueno de viajar en tren es que recuperas el tiempo, aprendes de nuevo a valorarlo, a tenerlo en cuenta. El tren, aparte de llevarte de un punto a otro, también hace viajar tu mente de tal manera que se convierte en una máquina de reflexionar. Ver pasar el paisaje es tan hipnótico que nos ayuda a recrearnos en nuestros pensamientos. Es un momento único, por ejemplo, para evocar cómo se movían nuestros abuelos por el mundo. Eran años en los que viajar en avión era un lujo al alcance de muy pocos, y los coches eran pesados y eternos, así que la mejor manera de emprender viaje era en tren. Los ferrocarriles belgas son nuevos pero con mayoría de edad, cómodos y útiles al mismo tiempo. Voy a Gante a descubrir la ciudad que vio nacer a Carlos I de España y V de Alemania, quien tuvo bajo su poder una parte muy importante de Europa. Rodeado de niños que van de excursión y con un ligero traqueo repaso algo de su impresionante historia. Fue grande hasta para escoger la fecha de nacimiento, el 24 de febrero del año 1.500. Esa noche, su madre la archiduquesa Juana, comenzó a sentir fuertes dolores en el vientre mientras participaba en un baile en el palacio Casa del Príncipe, en Gante. Juana pensó que aquello eran retortijones de una mala digestión y acudió al baño para aliviarse. Allí, sin ayuda de nadie, trajo al mundo a su segundo hijo, nombrado Carlos V, que vio el mundo en una letrina y que más tarde acabó gobernándolo. No el váter sino el mundo, se entiende. Gante tiene estas cosas. Por cierto, ahora comienzo a preguntarme quién inventó el váter y cómo se le ocurrió…..el tren comienza a surtir efectos.
Antes de llegar a la ciudad me entero de una historia que cuanto menos es curiosa cuando no cruel. Me la cuenta el revisor, un simpático belga de mejillas sonrosadas y que gentilmente había cedido el paso a una mujer mayor un rato antes.
-¿Español?-me preguntó prácticamente seguro de que la respuesta era afirmativa.
Asentí sonriente con la cabeza.
-¿De placer?
-No, de trabajo, pero mi trabajo es un placer. -le contesté. Soy periodista y estoy viajando por el país para escribir sobre él.
Después de interrogarme sobre mi periplo por el país, y mientras metía mi billete en una maquina que parecía un teléfono móvil embarazado, me contó una interesante historia que, una vez más, él ya sabía que me iba a interesar:
-Verá, como usted sabe Gante y todo Flandes fue español durante 200 años, si mal no recuerdo hasta el mil setecientos y algo. A mí me gusta la historia y, no nos engañemos, con la ocupación española no nos fue mal del todo, nuestro gran problema fue Carlos V, que era un tirano. Humillaba públicamente a los ganteses que desobedecían sus órdenes, porque él no gobernaba sino que ordenaba. Un día regresó con 5.000 soldados para someter los ciudadanos de Gante que, le sonará, se quejaban del excesivo número de impuestos que gravaban sobre sus negocios. La ciudad perdió sus derechos, sus puertas fueron derribadas y el auténtico símbolo de la autonomía gantesa, la campana Roelan, fue descolgada de la torre municipal. Incluso los nobles fueron acusados de delitos de desobediencia, falsificación de documentos, insurrección popular, rebeldía y delito de lesa majestad y condenados a humillación popular. Muchos fueron ahorcados y los que se salvaron fueron obligados a pedir clemencia en voz alta desfilando con una simple camisa una soga alrededor del cuello. ¿Y sabe lo mejor? A los ganteses los llaman stroppendragers, que significa los que cargan la soga.
Le agradecí la historia pero tengo que reconocer que me quedé con un ligero malestar en el cuerpo después de escucharl. Después averigüé que la contaba para que comprobara el carácter rebelde y tozudo de las gentes de Gante.
Mi visita parte del TRACK, el lugar más vanguardista de la ciudad junto con el SMACK. Ambos museos, no sólo han convertido a Gante en el centro del arte contemporáneo en Bélgica y parte de Europa, sino que han supuesto un impulso a la ciudad, su historia y sus habitantes. Ofrecen sorpresas, enriquecimiento personal y encuentros inesperados en una urbe de cuento. De alguna manera, el trabajo de estos dos espacios hace que ese lugar encantado por el tiempo que es Gante de repente contenga un giro inesperado de cientos de años. Ambas plataformas ofrecen a los autores la divertida e interesante propuesta de que elijan el marco para sus obras. Así, la ciudad está repleta de atrevimientos como los de Massimo Bartolini, el artista local Leo Copers o Michael Börremans que incluso llegan hasta la Catedral.
En el TRACK hay alquiler de bicicletas y está relativamente cerca de mi hotel, por lo que elijo este modo de locomoción para conocer la ciudad. Gran error. A pesar de que en el mapa la situación del centro de la ciudad y el Citadelpark, un parque grandísimo y acogedor cerca de la estación de tren de Sint Pieters, parece estar en una relativa corta distancia para hacerlo a dos ruedas, el trayecto es empinado y las calles son endiabladamente irregulares.
Después de algún tiempo intentando buscar el camino al centro histórico y encontrarme en mi intento numerosos canales, pequeños lagos y muchos ríos mansos, logré enfilar la Keiser Karelstraat. Es una avenida del ancho justo para que quepan dos coches, el tranvía, una bici y un pequeño acerado que al final del tramo se convierte en peatonal para desembocar en el centro de Gante.
Al bajar de la bici y ponerle el candado junto a una farola levanté la vista y contemplé las 3 torres: la del Campanario Belfort, la de la Catedral de San Bavón y la de la Iglesia de San Nicolás. La que más interés me despertaba era la del Campanario, que es también la más antigua. Para los amantes de las exitosas novelas de Ken Follet, Gante será como una recompensa visual a tantas horas de lectura y Belfort les sonará porque simboliza el enorme poder que tenían los gremios medievales en la Europa del siglo XIV. Fue construida en 1.313 y se eleva solitaria y gris como la gran vigía de la ciudad. Hace años que no suena la campana Roeland que antaño avisaba a los ciudadanos cuando el enemigo acechaba a las puertas de la ciudad pero la Atalaya, como también se la conoce, sigue siendo símbolo de la ciudad y su autonomía. Desde su campanario se muestra Gante como un laberinto de calles y canales que van tejiendo una tupida red urbana.
Y en ese magma de agua y cemento surge esbelta la Catedral de San Bavón, la primera iglesia parroquial de Gante. Tiene 22 altares y un púlpito rococó hecho de mármol y roble en el que hasta el más pintado se siente “místico”. Me quedo con el políptico “La Adoración del Cordero Místico” de los hermanos Van Eyck, referencia de la pintura flamenca y que hacen a este templo único en el mundo. En lo que eran sus cimientos, restos de una iglesia románica, fue bautizado Carlos V en el año 1.500. Pero el monarca no pudo ver terminada la esplendorosa catedral gótica que todavía estaba en obras cuando a los 58 años falleció.
Junto a ella, la iglesia de San Miguel parecería una “pequeña ermita”, si no fuera por su famosa torre del crucero. Levantada en el siglo XII deja penetrar los rayos de luz e ilumina el centro del templo como una linterna natural.
El sol va decreciendo y quedan todavía muchas cosas por ver, como el Teatro Real, el Palacio Episcopal, las casas gremiales, el ayuntamiento….pero entre ellas elijo dos: el puente de San Miguel y el Castillo de los Condes.
El puente de San Miguel no es en sí mismo una atracción, pero sí lo son las vistas que a su izquierda y a su derecha nos brinda Gante. Propongo un juego: dibuja una cruz en el suelo, después gírate lentamente sobre su eje para poder disfrutar de un panorama mágico. Desde allí se ven las tres torres, el antiguo edifico de Correos, el mágico Graslei, la Iglesia de San Miguel y el Castillo de los Condes. Tómate tu tiempo, no tengas prisa. ..¿Ya? Pues vamos dirección al castillo.
Vuelvo a Ken Follet, no deberían haberle hecho una estatua en Vitoria, deberían habérsela construido en Gante. Con esta idea penetro en el Gravensteen o Castillo del Conde en holandés. Resulta que los condes tenían castillos repartidos por toda Flandes con el único propósito de visitarlos cada cierto tiempo para comprobar que sus dominios se mantenían en calma y que todos sus siervos habían pagado los impuestos. Se cree que el primer castillo que se edificó en este mismo lugar con piedra es del siglo XI, pero el que se mantiene en pie tiene un siglo más y fue construido por Felipe de Alsacia con el dinero obtenido de las cruzadas en las que este conde participó y en las que, por cierto, perdió la vida. Sobra decir que el Castillo era símbolo y centro de poder durante la Edad Media. En su interior, los más morbosos pueden ver una interesante colección de armas e instrumentos de tortura y el lugar, Veereplein, donde se hacían las ejecuciones públicas.
Con el cuerpo liberado me decido por el exquisito Belga Queen para saciar mis apetitos carnales. Pero en este caso no con carne sino con un exquisito pescado que aquí llaman Turbot y que nosotros decimos Rodaballo. Unas croquetas de boletus y unas cervezas acompañan una muy agradable estancia junto a los ríos Leie y Escalda, y unas vistas al puente de San Miguel y sus transeuntes. Como si viajara en un tren comienzo a dibujar sus vidas y recobrar el tiempo en Gante.
Información Bitacoras.com…
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Qué maravilla de ciudad es Gante y qué bien has sabido relatar su esencia 😉
Off-topic: ¿Has cambiado el sistema de comments?
Sí, la verdad es que es una ciudad en la que me sentí muy a gusto.
Offtopic: Sí, estoy probando Disqus a ver qué tal.
Un abrazo.
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Bonne année et soignez vous bien…
Gante me parece un destino precioso, yo opto por viajar en tren por Europa, me parece una maravilla…
Saludos y gracias por la información!