Si vas a Nueva York quizá te cruces con él y ni siquiera te des cuenta. Estará en alguna esquina, sus preferidas son las que dan con la Quinta Avenida y con la Calle 57, en Manhattan, agarrando su cámara con una mano y contorsionando su cuerpo hasta encontrar el ángulo idóneo de lo que quiere mostrar. Llevará su chaqueta azul de empleado de ferretería y su gorra inglesa de tweed. Aunque llueva también estará por allí con su impermeable comprado en los chinos y lleno de remiendos. A lomos de su bicicleta recorre la Gran Manzana buscando alguien vestido con ropa que le llame la atención, que le sugiera algo, que le transmita. Se llama Bill Cunningham, tiene 83 años, y es uno de los fotógrafos de moda más reputados del mundo.
Pero Bill es muncho más que eso: es el ejemplo de una vida dedicada a la belleza y la creatividad. Hace poco he visto el documental «Bill Cunningham New York», y aunque conocía trabajos suyos en la sección del New York Times «On The Street», ignoraba la historia detrás del personaje. Para ser sincero, no relacionaba esta página con Cunningham ni tampoco con su modo de vida.
Bill Cunningham no es un fotógrafo… o sí, no lo sé. Se limita a captar con su cámara aquello que le interesa, que le resulta curioso, bello, imaginativo, fascinante, elegante. Luego lo convierte en tendencia en su página del NYTimes «On The Street». Hace que lo interesante pase de las calles a la pasarela con un solo click. Es el padre de lo que conocemos como «coolhunting» y que, como todo, ha popularizado y masificado la llegada de internet. The Sartorialist y otros le deben mucho a este humilde fotógrafo. Más de una década publicando en el Times lo que visten los neoyorquinos y cómo pasean su palmito por las calles.
El trabajo de Cunningham no es muy diferente del de un cazador. Conoce el terreno, tiene la experienca de muchos años y, sobre todo, una paciencia infinita. Verle trabajar es como asistir a un curso acelerado de fotografía de calle. Es su territorio y en él se mueve como pez en el agua, siempre intentando pasar desaparecibido, siempre intentando ser invisible, siempre intentando conseguir la foto. Bill sale a la calle «desnudo» buscando elementos con los que vestir su propia existencia, su ego, con los que alimentar su ojo. Y persigue su objetivo sin piedad hasta que lo consigue, pero con la humildad de un novato de 83 años. Se ha llegado a decir que las mujeres de Manhattan se visten para él, viéndolo trabajar aseguraría que es cierto.
A Bill lo que siempre le ha interesado es la moda. La fotografía vino después. Comenzó a hacer fotos durante la Segunda Guerra Mundial con una pequeña Brownie. «El problema es que yo no soy buen fotógrafo. Para ser honesto, soy demasiado tímido. No lo bastante agresivo. Bueno, no soy agresivo en absoluto. Solo que me encanta ver a mujeres maravillosamente vestidas, y todavía disfruto. Eso es todo», explica él mismo.
Llegó a New York con 19 años procedente de su Boston natal para trabajar como publicista en la empresa de su tío. Pero lo que realmente le interesaba era la moda, los vestidos que las mujeres llevaban. Pronto abandonó la publicidad y montó una empresa de diseño y fabricación de Sombreros. El local estaba en la 52nd street entre Park y Madison y como marca no utilizó su propio nombre sino que adoptó el de «William J.». «Habría puesto a mi familia en un aprieto. Son gente demasiado tímida, estábamos en los 50.» argumenta el fotógrafo. Pero los sombreros daban poco dinero y para completar el salario trabajaba a tiempo parcial en una droguería. Bill estuvo haciendo sombreros hasta que se fue a la Guerra de Corea.
De regreso del frente, Bill comenzó a colaborar con la publicación Woman’s Wear Daily en Nueva York. Su trabajo haciendo sombreros le había dado ciertas amistades que le supieron vender como columnista de moda para esta nueva publicación. En una de las fiestas a las que acudió una noche se topó con el genial fotógrafo David Montgomery al cual le pidió que hiciera algunas fotos para recordar los modelos de los que luego hablaría en su columna. Meses más tarde, cuando David volvió a Nueva York le trajo una pequeña cámara, una Olympus Pen-D que costaba entonces unos 35$ y se la regaló. «Úsala como cuaderno» le dijo. Y este fue realmente su inicio como fotógrafo. Entonces Bill comprendió que todo lo que veía podía ser capturado con su cámara. Se dio cuenta de que la calle era el ingrediente que faltaba en la moda. Vogue y Harper’s Bazaar fotografiaban a gente pero solo a gente asociada a la alta sociedad en eventos. La diferencia con lo que Bill aportó es que él no ve a quién fotografía, él solo ve ropas, a él solo le interesa la gente que viste bien.
En los años 70 comenzó a hacer fotografías para New York Times. Su columna es desde entonces una manera de retratar Nueva York, un ejercicio de sociología o una especie de censo-instantánea de la ciudad. «Voy a diferentes lugares y trato de ser todo lo discreto que puedo. Así puedo hacer fotos más naturales.» Naturales como él mismo que siempre utiliza una Nikon F, con la correa roída del uso. Una cámara de carrete que revela en una tienda 24h regentada por un hindú y que está muy cerca del periódico. Luego esa película es escaneada e introducida en la página a través de un colaborador. Muy probablemente utiliza sólo un 50mm y un 35mm. «La mayoría de la gente creería que no puede haber alguien tan tonto para permanecer cada día en una esquina durante dos horas sin saber si alguien va a salir de algún sitio y sorprenderme. Pero me gusta la sorpresa de encontrarme con alguien. La mayoría de los fotógrafos no pueden hacerlo porque tienen un plazo. Te pasas días, semanas, años esperando una maravilla».
Cunningham ha hecho de la fotografía de moda su vida. Ocupa un piso en el Carnegie Hall, siendo uno de los últimos inquilinos de un complejo de apartamentos para artistas en los años 60. Allí sólo acude a dormir. No tiene baño privado ni cocina. Nunca come en casa, pero tampoco lo hace en restaurantes de lujo ni en las decenas de fiestas a las que le invitan cada noche. Tranquilamente puedes verlo en Subway, McDonalds o cualquier Deli de la Quinta Avenida tomando un sandwich con una cocacola. Duerme en un pedazo de espuma sobre un somier que se apoya en varias cajas de leche y lo más parecido a un armario que hay en su casa son los archivadores donde guarda todos y cada uno de los negativos que ha grabado durante años. No es una leyenda que cuando viaja a París para asistir a alguno de los desfiles de moda más importantes del mundo, mientras sus compañeros se alojan en el Ritz, él siempre elige un hotel barato que no tiene ni teléfono en las habitaciones. De hecho, se cuenta que lo reserva enviando una postal a la recepción.
Todo esto hace que Cunningham haya sido denominado como «el monje de la moda». Pero está más cerca de ser un profano que ha dedicado su vida a la tribu sin pertenecer a ella. Profundamente católico y de misa semanal, Cunningham nunca ha caído en las redes de la alta sociedad. En el Times no utiliza ordenador y hace poco consiguió un escritorio. Aunque el periódico se deshizo del papel hace ya tiempo, él todavía utiliza película que revela en un estudio fotográfico de los más corriente, situado en la calle 43. Cada semana lleva sus negativos y un ayudante del departamento de arte sigue sus indicaciones de dónde colocar cada foto en la página.
Un tipo humilde pero que tiene claro cuál es su meta en la vida: recorrer las calles de Nueva York con su bicicleta, su chaqueta de fontanero, su gorra de tweed y su cámara Nikon buscando la belleza para compartirla con todos nosotros. Pero si te lo encuentras, seguro que no lo reconocerás.
Información Bitacoras.com…
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Muy interesante xD
Gracias por compartir la historia de este hombre con nosotros!
Creo que es un buen ejemplo a seguir
Acabo de ver el documental de Bill Cunningham en la Tv, a medida que pasaban los minutos me ha gustado cada vez más. Al principio pensé quizás, es un freaky (¿quien no lo es en cierto modo?).
Me he emocionado cuando le interrogan por cuando va a la iglesia cada domingo, con su silencio y su rostro afectado por la pregunta.
Me fascina ver a un señor mayor, abuelo de muchos de nosotros que sigue su pasión. Hay que ser muy valiente, me anima a seguir mi PASIÓN..con modelos como él donde el éxito es hacer lo que realmente le/te/nos hace vibrar.
Felicidades por el post..y si, a seguir viajando (ya bien sea en avión o en nuestra cámara), y sobretodo a seguir soñando… AMÉN..
Es un hombre fascinante que sobre todo ha sabido convertir su pasión en su profesión sin perder ni una pizca de disfrute en su trabajo. Es envidiable, a su edad me gustaría estar así y tener las cosas tan claras.
Genial el post, lo he encontrado por casualidad y me ha encantado conocer esta historia.
Un saludo,
Alba.
[…] atención y la gente comenta lo que les gusta de lo que está usando esapersona. El mismo cita a Bill Cunningham como su inspiración. Si algún día la persona que aparece en la primera foto os pide posar para […]